Ilustración de @hessah._.art. Instagram
Quisiera poder afirmar que me gusta el café, leer el periódico o que la música me ayuda a concentrarme.
El café me gusta en pequeñas dosis y mezclado con algo más. Con leche, por ejemplo, pero ya no lo bebo así porque me sienta mal. De vez en cuando hago un exceso y me tomo un bombón (por aquí es café con leche condensada), pero sin abusar, que no quiero que mi cuerpo termine rechazándolo también.
Recuerdo la vez que se me quedaron las yemas de los dedos pulgar e índice negras de pasar las hojas de un periódico. Fue en la época en la que intenté que me gustara leerlos. Vete a saber por qué pero la imagen de alguien leyendo un periódico siempre me ha fascinado y terminé asumiendo que quien los lee es (más) inteligente. Sigo sin saber de dónde saqué esa creencia, pero hace tiempo que descubrí que no era cierta.
¿Conocéis el meme ese de que la música clásica ayuda a concentrarse? A mí me pasa algo parecido al del vídeo.
Tan importante es encontrar lo que nos ayuda a concentrarnos como identificar lo que nos distrae. Lo primero no lo he conseguido y en lo segundo entran tantas cosas que empiezo a tener miedo de no averiguar nunca la manera de ser más productiva.
YouTube está lleno de todo tipo de playlist: para estudiar, trabajar, hacer ejercicio, subir el estado de ánimo, tener sexo,... Para todo lo que quieras.
Buscando música que me acompañara mientras escribo y hago mis cosas sin que me distrajera encontré la cuenta de Luv, emily, llena de listas de reproducción de más de 50 minutos que consiguen hacer que una hora se me pase en un suspiro. Me gusta el género de música que elige para las listas y aunque me sigo distrayendo —aunque menos que con otras, todo hay que decirlo— también me siento acompañada, además de estar descubriendo muchos cantantes que no había escuchado nunca.
Sarah Kang, Faime, Munn y Anthony Lazaro son los que más han llamado mi atención, pero no descarto que conforme vaya investigando el resto de playlist surja alguno más. Quienes me conocéis un poco ya sabéis lo importante que son para mí las letras de las canciones, la mayoría de las veces. En esta ocasión, con esta música de la que os hablo, lo que me hace sentir bien no es lo que dice, sino el cómo. De momento ni siquiera necesito entender las letras para sentirme bien cuando escucho las canciones.
Esta música me inspira invierno y frío en la calle mientras paseo bajo la luz amarilla de las farolas pero también una manta y una bebida humeante en el calor del hogar.
Sigo el ritmo cabeceando lentamente, a veces balanceo las caderas o doy toques distraídos con la punta del pie. Todo depende de lo que esté haciendo. Pero lo que me pide, sobre todo, es mecerme. Y ni siquiera necesito unos brazos para ello. Cierro los ojos y mi cuerpo siente el vaivén que me inspira el momento. Y, simple y mágicamente, me siento bien.