Últimamente salimos poco. La excusa son los perros. Son cuatro y aunque se portan bastante bien no están acostumbrados a estar solos y con el tema de que puedan ladrar y molestar a los vecinos nuestras salidas se acortaron mucho.
Pero ayer fuimos a merendar. Me salté mi prohibición de tomar café a la tarde y lo pagué con mi noche loca de insomnio. Cómo me gustaría tener el "gen" del café y poder tomarlo a cualquier hora. Bueno, no es así.
Se acercan los días de nuevas pruebas y análisis para controlar el...iba a poner "alien" para suavizar pero la verdad que ya no le pongo nombrecitos al cáncer. No es un alien, ni un bicho, ni un ser maligno; es un mieloma múltiple. Punto.
Como todo cáncer chungo se debe controlar cada seis meses. Y un mes antes mi compañero está taciturno, se despierta a las cinco o seis de la mañana, no sonríe y ocupa a tope su tiempo.
Ayer hablamos de eso.
- Uno tiene la angustia aunque no se lo parezca. Aunque pienses que estás tranquilo la preocupación y la incertidumbre aparece de diversas formas.
Y es así.
Mientras comíamos las medialunas, él me miró y me dijo: - Imagina cuando estemos en España tomando un café tranquilos en una pequeña cafetería de alguno de esos pueblitos costeros que conoces...si todo va bien...
Si todo va bien.
Es como si se detuviera el tiempo. Este mes de agosto está siendo tan raro...y luego piensas en cómo te afectan unos análisis de sangre y un turno con el médico. Y qué larga se hace la espera. Se congela todo el futuro.
El trabajo se me hace pesado, no me salta ni una idea, la creatividad desaparece, el cansancio hace su aparición y cada uno anda con sus cavilaciones.
Y luego siempre hago lo mismo; todo está bien. Todo está bien, todo sigue adelante, el viaje, la mudanza, la nueva casa, los cafés por descubrir, los paseos por la montaña con los perros, las visitas a pueblos pequeños, un viaje de fin de semana a París...y todo estará bien durante un tiempo más.
El tiempo suficiente para poder disfrutar de pequeñas cosas. Las importantes.