La conversación con los maestros nunca termina. Hay algo suyo que nos sigue hablando durante toda la vida. Ha fallecido ayer Carmen García Carbajo, mi primera profesora de música, y ese diálogo no se ha interrumpido. La voz del auténtico maestro jamás se apaga. Resuena en lo que hemos sido y en lo que seremos.
La mesa alargada con los libros y el papel pautado. Trazar líneas que intenten fijar ante los ojos el sonido, el tiempo en un espacio. Vuelvo a ver ahora el retrato de Beethoven y un piano para hacer los primeros ejercicios. La escalera hacia una sala con un piano mejor, que se tocaba solamente tras superar un nivel. Así nos daba una lección para la vida.
Además, nos transmitió el amor por el órgano y por cantar en coro. Ella estuvo en la creación de la Coral "Almirante Enríquez". No hay mejor forma para comprender que en un acorde las notas no se suman acumulativamente, sino que se integran; modifican a las demás y son modificadas por ellas.
Medina de Rioseco tiene mucho que agradecer a Carmina. Qué habría sido de tantos de quienes fuimos alumnos suyos si ella no hubiera estado aquí. Nos daba clase, nos matriculaba en el Conservatorio de Valladolid. Nos acompañaba en el autobús (H. Mateo, "la Renfe" o Linecar) y esperaba con nosotros las calificaciones, antes de volver a Rioseco, en fila, detrás de ella, por las calles de la ciudad. Por entonces yo no sabía que eso era un acto de amor que desbordaba su trabajo.
La última vez que la vi pude abrazarla y besarla como si nos despidiéramos para siempre: dándole las gracias por todo lo que me enseñó, por todo lo que me quiso.
Con Carmina, el 10 de enero de 2013