Ni siquiera el dolor la calma, ni la alegría los empaña, son mi vida y mi tristeza, son los cantos de mi alma,
Ayer sopló la brisa un dolor grande, me estremecí queriendo enloquecer; pero sentí la fuente de mis lágrimas
Al recordar sus suaves besos, besos de amor y querer.
No derramar ni la sangre que cabe en un colibrí,
Ni andar cobrándole al hijo
La cuenta del padre ruin. >
Yo concebí amarles despacio para que fueran creciendo;
Yo con ustedes voy riendo para que se abran su paso,
Su paso de andar de vida, su paso de andar haciendo.
Yo les amo y los contemplo, los innovo con mi aliento,
Que de cristal sean sus vidas, de cristal sus pensamientos,
Que busquen llano y sabana, que canten coplas al viento,
Para que rieguen mañana su bondad llena de ejemplo.
Que renazcan en el agua como viajeros marinos,
Que surquen el azul cielo que desanden los caminos.
Que busquen huellas de afán, que busquen bosques quemados,
Que den las ropas y el pan por los caminos trillados.
Que se enciendan como luces para las almas sedientas,
Que sean tiernos, que sean dulces, que tengan voz de paciencia.
Que contemplen en los ríos la suave espuma de piedras,
Que la neblina los cubra para que sientan el frío.
Que sientan cual las culebras la bondad de la hojarasca,
Que aprendan de la miseria la maldad que en ella arrastra.
Que sean altivos y airosos, que no detengan sus marchas,
Que se quieran con reposo, con amor de agua en las anclas.
Que andaregueen los caminos y los senderos en flor,
Que sean manantial divino en el paso bajo el sol.
Que tengan fe y siempre luchen por las metas más soñadas,
Con confianza y sin fatiga, para que sientan los vivas de ver las cosas logradas.
Que se aprecien vivos, que no están muertos,
Que no doblen las rodillas, que enderecen los entuertos.
Que pinten cuadros en mente para que allí se transformen en verdades y presentes. Que roben luces de estrellas, que roben luz de paciencia, que se quieran sin querellas,
Solo, con su propia esencia.
Reciban un beso en sus almas.