LA entrevista publicada el otro día en Jot Down era mucho más larga, y por razones comprensibles sus editores la aligeraron en más de un tercio, con buen criterio en mi opinión. Únicamente una respuesta quedó algo coja, pues se modificó y acabó en dos líneas, pero no la pregunta, dando la impresión de que acaso uno, como suele decirse, se salió por la tangente.
La lectura de este artículo de Alberto Olmos, uno de los escritores mencionados en ella, me llevan a ponerla aquí tal y como iba. Siento que se hayan quedado fuera muchos autores de los que me ha gustado tal o cual libro, aunque no los haya frecuentado después, y muchos escritores extranjeros también de uno o dos libros, algunos que han dejado un buenísimo recuerdo. De estos autores de uno o dos libros, extranjeros o españoles, hay bastantes, sobre todo en el género del ensayo.
¿Qué escritores actuales (españoles o extranjeros) te gustan o te interesan?
Decía Carlos Pujol que los escritores, llegados a un punto, han de elegir: o leen o escriben. Yo elegí escribir, así que no leo todo lo que me gustaría. Y casi siempre leo lo mismo, a mis amigos, a Gaya, a Pujol, a Delibes, Tomás Segovia, que ya han muerto, o a Jiménez Lozano, Sánchez Rosillo, García Montalvo, Antonio Moreno, Darío Jaramillo, José Muñoz, Jacobo Cortines, Sánchez Dragó, Paco Rico, Paco, Brines, Susana Benet, Lorenzo Silva, Pedro Zarraluki, Amalia Bautista, Pisón, Juan Manuel Bonet, Esperanza López Parada, Abelardo Linares, Felipe Benítez, Javier Rodríguez Marcos y Julián Rodríguez, Héctor Abad, Marzal, Vicente Gallego, García Martín, Juan Bonilla, José Mateos, Jordi Gracia, García Montero, Almudena Grandes, los dos García Máiquez, Miguel d’Ors, Martín López Vega, Vidal-Folch, José Carlos Cataño, Álvaro Valverde, Emilio Gavilanes, Benítez Ariza, Jordi Amat, Juan Marqués, a vosotros dos [Marcos Abal y Ernesto Baltar], si no os parece mal que os incluya en esta lista de los amigos... Me dejo bastantes, seguro, y lo siento. Sin contar a todos los que he publicado en las editoriales que he dirigido, La Ventura, Trieste y La Veleta. A muchos de estos les debo mucho, por lo mismo que muchos de ellos no me deben nada a mí. Algunos de estos escritores me gustan tanto como lo que más me gusta de los clásicos, y considero una suerte haberlos conocido, y espero con ilusión sus escritos nuevos… Y algunos son para mí tanto como los que más me gustan, de ahora y de siempre, y de casi todos ellos he escrito en alguna ocasión, siempre que he podido dar testimonio de su excelencia y de mi admiración. En general más poetas que novelistas, aunque también leo de vez en cuando a estos, de una manera anárquica, Mateo Díez, Justo Navarro, Merino, Rivas, Puértolas, Matute, Mendoza, Pombo, Marsé, todos estos con varia fortuna, porque a veces al leer al azar sólo uno o dos de sus libros, no he dado con su obra maestra a la primera... También leo a escritores con los que apenas tengo trato personal pero a los que admiro por unas u otras razones, y en algún caso de manera incondicional: Azúa, Savater, Ferlosio, Juaristi, Félix Ovejero, Pardo, Gomá... Y leo también a otros que no son amigos y a los que admiro menos de lo que sin duda merecen, pero que me interesan por alguna perversión, mía claro; Marías hijo, por ejemplo. A Marías hijo y a Ansón los leo en el periódico cada semana, si me acuerdo, por razones diferentes, aunque sean académicos los dos. No defraudan nunca, como tampoco Gimferrer. No hay palabras para describir sus últimos libros de poemas; claro que tampoco para los primeros, que se parecen a aquellos, al menos para mí, como dos gotas de agua. Antes leía algo a Villa-Matas, por ver hasta dónde podía llegar, y aunque no los admire tanto como ellos merecerían, me hacen muchísima gracia. En otro orden de cosas, leo con atención y respeto a Muñoz Molina, a Espada, a Santos Juliá, a Martínez Reverte, Alberto Olmos, o Elvira Lindo, aunque alguna vez discrepe de ellos o porque discrepo... De los extranjeros, suelo leer lo que cae en mis manos o lo que alguien me recomienda. Las lecturas extranjeras son más erráticas, suelo asomarme un poco a lo que se lleva esa temporada, y cada dos o tres años leo a algún poeta extranjero de temporada también, a algún premio nobel o alguna novela de las que se habla mucho en ese momento, para saber lo que me estoy perdiendo. He pasado, como todo el mundo, por Sebald, por Bernhard, por Kundera, por Brodsky, por Seamus Heaney, por McEwan, por Roth, las últimas temporadas por Coetzee. Pero reconozco que entre mis prioridades no están las jóvenes promesas estadounidenses o británicas, de modo que lo habitual son las relecturas, y esas sí, frecuentes, y las mismas desde hace treinta años, Leopardi, Homero, Keats, Emily Dickinson, Cervantes, Tolstoi, Galdós, Stendhal, Gaya, Baroja, Azorín, Unamuno, Machado, Juan Ramón, Nietzsche, filtrado ahora por Miriam, mi mujer, como otros filósofos que me llegan escogidos por ella... A todos ellos hay que añadir los libros raros e inclasificables que encuentro cada semana en el Rastro o en las librerías de viejo de medio mundo. De estos unos valen algo y otros nada y otros son verdaderos descubrimientos (recuerdo la alegría al leer aquella pequeña obra maestra de Vicente Risco, El libro de las horas). Ya lo decía aquel anarquista que entró por primera vez en la Biblioteca Nacional: “Cuánto se ha escrito, y todo bueno”. Todos sabemos, claro, que se ha escrito mucho más malo que bueno, pero lo bueno, cuando es muy bueno, hace que lo malo parezca menos malo. Y aquí encaja aquello de que hay que leer con entusiasmo, aunque no se pueda escribir sin escepticismo.
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Banco. 24 de mayo de 2013. |