sábado, 14 de septiembre de 2024

PELÍCULAS QUE ERIZAN LA PIEL: 2ª EDICIÓN AMPLIADA



Al fin, después de muchos meses de pruebas, correcciones y preparativos, va a salir a la venta esta 2ª Edición ampliada de Películas que erizan la piel, en una nueva editorial que promete emociones fuertes: Underdog Ventures, de la mano de la distribuidora La Sombra de Caín.

Tengo el honor y el privilegio, además, de inaugurar con este título la editorial, y la entrega, entusiasmo y labor de los editores estas semanas ha sido para quitarse sombrero, hasta facturar un maravilloso libro, cuidado y mimado hasta en los más pequeños detalles, con 40 carteles originales en color de algunas de las películas reseñadas en sus páginas centrales.

Deciros que a finales de mes ya se podrá conseguir en cualquier librería a través de la distribuidora La Sombra de Caín, y también se podrá comprar en su página web.

Seguiremos informando.

Vicente Muñoz Álvarez

Ya a la venta en Underdog Ventures:


Booktrailer:


jueves, 12 de septiembre de 2024

POSTIMETRÍAS: Luis Miguel Rabanal.



Se recogen en el presente volumen los tres libros que fueron publicados con posterioridad a Este cuento se ha acabado. Poesía reunida 2014-1977
(2015), que son, a saber, Los poemas de Horacio E. Cluck (2017), Matar el tiempo (2018) y Que llueva siempre (2020), si bien es cierto que aquí se suceden en el orden que al autor le hubiera gustado que apareciesen y no en el que definitivamente se editaron.

Anexo a aquella poesía reunida, o lo que es lo mismo, el punto final a toda una obra poética fracturada desde la constancia y el vértigo, desde el fatalismo irónico y la pérdida más absorbente, Postrimerías se articula en distintos episodios de extraña percepción ante un mundo, raro en sí, que adolece de otras certidumbres cercanas al poeta, fastidioso agrimensor del tiempo tal vez, porque a fin de cuentas la poesía, la poesía de la última época de Luis Miguel Rabanal al menos, no es más que una manipulación continuada de la verdad, de la inocencia y del dolor.


viernes, 6 de septiembre de 2024

2º BRINDIS AL SOL: A la memoria de Rodrigo Córdoba.



El 22 de septiembre, domingo, a las 14,44 h. en coincidencia con la entrada del equinoccio de otoño en el hemisferio norte, volveremos a brindar por él, por el que nos ofreció en vida su luz y la clarividencia de su persona. Os esperamos. Traerse poemas, performances, música y canciones, cervezas, muchas cervezas, y todo aquello que haga del amor la festividad, de la ternura un gigante, del cariño el pájaro interminable y de la amistad el sonido alegre de las derrotas que no fueron tal, porque nunca se supo que muere la luz. La luz no muere. Nunca muere la luz.

jueves, 5 de septiembre de 2024

FOLLAR por GSÚS BONILLA


 


Para ser la vez primera necesité
la organización de los aguaceros
el canto del tentenelaire y la complicidad
de la sal marina

aún húmedo
fuera de la vía del parto
en la coreografía del fórceps
en el baile en sangre
de la presión de mis sienes, sigo

me equivoqué contigo
ahora que no me amamantas de porvenir
y tengo hambre

por tu ausencia de madre líquida
lengua templada y lametones
en los ingredientes del llanto me expreso
con la dignidad de las encías te llamo
y no vienes

madre llanto madre abismo
hoy he llorado verde:

lágrimas y clorofila/ fotosíntesis/ azúcares/

*

            escribo
desde la naturaleza que me asume, es decir
desde la árida figura que deja atrás la cumbre

            escribo
con todo el invierno por delante y un insoportable olor a gasolina

            escribo
con un eslabón dentado en la corteza y verso sobre la profundidad de los tallos
escribo directamente en su albura

            escribo
porque las motosierras no tienen piedad


           escribo cuando asisto a la celebración
           de la caída de un tronco

            escribo
porque mi ecologismo es un baño de savia
y cada vez más parece un derramamiento de sangre

           escribo cuando ellos dicen tala y yo ejecuto

           escribo
porque quien ha visto caer un árbol
por la mano del hombre
lo recuerda siempre

           escribo
con trazos salvajes para no echarles de menos

           escribo
porque quien se adentra en el bosque tiene solo tres alternativas:
contemplar
intervenir
o huir

escribo porque no sé defender ni una espiga

*

más allá del nombre de esas flores
hay un niño que golpea una piedra
y produce pedacitos de relámpago
que cuajan feroces
sobre la brizna muerta

así se empieza una hoguera
en el patio del colegio
y porque vemos esa lámpara arder nos maravilla:
su calor tranquilo
el brillo en la punta de la llama
y lo hipnótico de su baile apasionado

en algunas aulas queda aún rabia encendida
el desconsuelo del humo
y amantes de nostalgias
y días, en los que las semillas que desconoces
te traen la felicidad del cóctel molotov
ardiendo en el recibidor de una sucursal bancaria

se sabe dónde está el muestrario de luces
las luciérnagas y las oscuridades
necesarias para iluminar nuestras cavernas

se conoce
la crueldad del sol en los veranos
y cómo ejerce su violencia sobre el matorral cadáver
la tierra extenuada y sin consuelo

percibimos la escasez de agua
dominamos los vocabularios
y el lenguaje de la destrucción

hacemos el amor piedra contra piedra
nos queda el ruido seco del gemido y después
el placer por la ignorancia


Gsús Bonilla, de FOLLAR. [La negligencia del jardinero] -Cuadernos de un ecosicario III (Baile del Sol, 2024)

https://bailedelsol.org/poesia/686-bonilla-gsus-follar-la-negligencia-del-jardinero-cuadernos-de-un-ecosicario-iii-.html


miércoles, 4 de septiembre de 2024

martes, 3 de septiembre de 2024

FOLLAR (La negligencia del jardinero) - Cuadernos de un ecosicario III: Gsús Bonilla.


Un parque público, también un jardín urbano, son espacios emocionales creados artificialmente, concebidos para el bienestar de la ciudadanía y sustentados gracias al control humano. En esta naturaleza fingida, no exenta de hostilidad, la belleza casi siempre es un espejismo y no queda otro remedio que recrearse en lo que allí acontece de verdad y ser fiel a lo que se ve. A saber: un jardinero, que en su rutina diaria hace acopio de hojas caídas y restos de la poda; el poeta, que mira y transita desde la (eco)poesía al (fito)poema y teje, con toda esa materia orgánica, un verbo atávico.


lunes, 26 de agosto de 2024

LOS VIOLENTOS. UNA HISTORIA DE LAVAPIÉS: José Ángel Barrueco.


 


Quizá estas sentencias constituyeran el reflejo más vivo de cuanto sucedía.
Los pobres, asfixiados por el hambre, por los sueños nunca cumplidos y la falta de propiedades, por la rabia hacia quienes más tenían y no cejaban un milímetro a la solidaridad, ejercieron su violencia.
Los trabajadores metidos en empleos precarios, temporales, mal pagados, donde un jefe les puteaba sin pagarles horas extras o añadiéndoles sobre los hombros tareas extraordinarias de última hora, ejercieron su violencia.
Los niños de papá, que estaban cansados de tenerlo todo a su alcance y de haber sobrepasado los límites del tedio, querían como en Historias del Kronen emociones nuevas, fuertes, extremas, que los devolvieran a la realidad tras tanta oferta digital y televisiva, y ejercieron su violencia.
Los trabajadores que contaban con buenos empleos, pero que sabían que sus empresas estaban en la cuerda floja, y llevaban abonando en su seno una cólera interior que les iba a salir por los ojos si no la canalizaban de alguna manera, ejercieron su violencia.
Los ciudadanos oriundos de la ciudad que miraban con saña a los inmigrantes y se creían invadidos, ejercieron su violencia.
Los inmigrantes que no lograban ser aceptados o no conseguían integrarse o estaban hartos de burlas y de humillaciones, ejercieron su violencia.
Los miserables que nunca llegaban a fin de mes, y aquellos que no lograban satisfacer sus expectativas ni lograr las metas propuestas a fin de año, y aquellos cuyo partido político no solía triunfar en las urnas, y quienes debían dinero tras enredarse en hipotecas, préstamos bancarios y coches pagados a plazos durante años, y quienes dada su naturaleza odiaban a todo el mundo, fuese hombre o mujer, negro o blanco, china o árabe, alta o baja, gordo o flaco, listo o tonto, ejercieron su violencia.
Los insomnes, agotados de vigilias tras las que tenían que acudir al trabajo con los ojos hinchados y someterse a horarios laborales con el cuerpo lleno de café de máquina y azúcar de sobre, ejercieron su violencia.
Los fanáticos del caos y del desorden, viendo llegado el momento de intentar una mutación de la sociedad, ejercieron su violencia.
Los entusiastas del orden y del equilibrio, atemorizados por si la anarquía se instalaba en las calles y penetraba hasta los hogares, ejercieron su violencia.
Los que no conseguían trato carnal con mujeres si no era mediante un desembolso económico, ejercieron su violencia.
Los desempleados que no lograban escapar del círculo del subsidio y que se daban una y otra vez de cabeza con la imposibilidad de encontrar un trabajo digno, ejercieron su violencia.
Los enfermos y apestados por este nuevo virus que los había convertido en criaturas de una película de horror, con las llagas purulentas, el moho en las heridas, la textura blanda en algunos tejidos que parecían descomponerse, ejercieron su violencia.
Los miembros de las minorías acostumbradas a las persecuciones, a las ofensas y al desprecio y a la burla y a la marginación, que habían soportado palizas, violaciones y otras atrocidades, ejercieron su violencia.
Los policías antidisturbios que notaban el odio popular en cada manifestación, y que sorteaban botellas y piedras y adoquines, ejercieron su violencia.
Media ciudad, aquella noche, caminaba o corría por las calles con máscaras de carnaval, con disfraces de Halloween, con mascarillas quirúrgicas, con capas y capuchas y otros embozos. Las utilizaban quienes soportaban la ruina de la nueva enfermedad y se avergonzaban de su apariencia, pero también quienes pretendían mantener el anonimato y se aprovechaban de las vestiduras y caretas de los enfermos para llevarlas ellos, haciéndose pasar por enfermos que no lo estaban, pero que pronto lo estarían tras una noche de patadas, puñetazos, lanzamiento de vidrios y guijarros, de pelotas de goma y de palos dados a diestro y siniestro tanto por los guardianes del orden como por los guardianes del caos.
Una noche de heridas nuevas y avance vírico.
Ya no bastaban las series. No bastaba la inagotable oferta audiovisual. No bastaban las redes. No bastaban las cervezas. No bastaban unos días de vacaciones. No bastaba el falso universo del postureo. Todo el mundo parecía harto y frustrado y decepcionado y sentía el deseo de romper algo, una cara, un hueso, un cráneo, lo que fuera, porque la violencia física consiste en eso, en destrozar un cuerpo mientras se apoya con la violencia verbal. Maltratar un cuerpo, zaherirlo, destrozarlo, romper la piel, rasgar la carne, apuñalarla, penetrarla, abrir vías en ella, dejar que la sangre salpicase, que se extendiera, machacar una nariz, triturar unos dientes, quebrar dedos, sacar ojos, llenar ese espacio carnal con la intrusión de pinchos, balas, estacas, cristales, tijeras… La violencia física como desahogo. Como justicia y venganza.
Unos adolescentes en las inmediaciones de Tirso de Molina, llevados por el delirio de las drogas y del tumulto y de las emociones extremas, atraparon a otro chaval que había mirado a la novia de uno de ellos y empezaron a empujarlo bajo las primeras gotas de lluvia. Le dieron puñetazos hasta tenerlo en la acera. Jugaron a saltar encima de él, con sus zapatillas deportivas de Nike y de Asics y de New Balance, hasta que las hemorragias internas y externas lo aproximaron a la muerte. Uno de ellos lo tomó de las piernas y lo arrastró como si fuera un rickshaw. Alguien se dedicó a grabarlo con su iPhone con la intención de compartirlo en las Historias de Instagram. Alguien que usaba botas en vez de zapatillas le aplastó de un puntapié la cara y le rompió la mandíbula y la nariz y en unos minutos había muerto mientras se daban a la fuga, todos ellos con caretas de goma de personajes del cine de terror: Jigsaw, Ghostface, la Monja Valak, Pennywise…
Tres hombres fornidos y borrachos, aprovechando la confusión de Sol, interceptaron a una chica adolescente y la arrastraron hasta una calle trasera y poco frecuentada en ese momento, mientras sus amigas se perdían de vista entre la multitud. La violaron sobre las bolsas de basura, uno de ellos la abofeteaba mientras otro la penetraba y el tercero le iba colocando sobre la cara mondaduras de naranja, pieles de plátano, restos de ketchup de una hamburguesa en mal estado... Se reían.
Cinco o seis Cazadores de Ratas acorralaron a un hombre que pertenecía a los Antirraticidas, lo apalearon y luego le colocaron la cabeza en el suelo, en la acera, mientras uno de ellos se la golpeaba con un adoquín. Los huesos del cráneo hicieron crac, y de las narices y de los ojos y de las orejas salieron chorros de sangre, pero el individuo solo se detuvo cuando un agente antidisturbios se percató de la agresión y le santiguó las carnes con su porra de goma. Sus amigos huyeron entre el gentío.
Un tipo, en la zona de Lavapiés, extrajo un cuchillo de carnicero de algún lado y atacó a las personas que se cruzaban en su camino. Pinchaba a hombres y a mujeres, a blancos y a gente de color, sin distinción. Decía que se estaban acercando al Juicio Final y que él era un enviado del Diablo. Cortó dedos. Pinchó mollas. Atravesó cuellos.
Un grupo de siete individuos logró volcar un coche cerca de Callao. Alrededor, y con prisa, fueron apilando contenedores repletos de basura, bolsas sueltas, arbolitos arrancados de los alcorques urbanos… Prendieron fuego al detritus, a los neumáticos, a las ramas. Se protegían los rostros con caretas negras de plástico duro, propias de Halloween, en las que solo se les discernían los ojos y parte de los labios.
La multitud enfervorecida se lanzó a por un tipo que arrastraba a una chica por los pelos, en el entorno de Preciados, y trataron de lincharlo hasta que cayó contra el cristal de un escaparate y los vidrios rotos le seccionaron la cara y el cuello.
Varias chicas vestidas de Harley Quinn, de Joker y de Freddy Krueger se enfrentaron a otras chicas vestidas con trajes y corbatas. Se acusaron unas a otras de no ser feministas de verdad, se dieron puñetazos, se arañaron las caras maquilladas y las caras sin maquillar, se rasgaron la ropa, se arrancaron cabellos unas a las otras. Se oíanexabruptos y sentencias tuiteras: ¡Putas terfas!, ¡Jodidas feminazis!, ¡Guarras de mierda!, ¡Feministas tóxicas!, ¡No sois mujeres de verdad!
Dos atracadores con máscaras de Jason entraban a robar a un piso y se encontraron con la inquilina, una señora que salía con miedo a ver qué demonios estaba sucediendo en las calles, pues no daba crédito a la televisión, y la asesinaron a martillazos y arrojándola por las escaleras. Al intentar huir ambos, un vecino, un varón solitario y medio loco, salió con una cazuela de agua hirviendo porque se estaba preparando un té cuando escuchó el jaleo y se la arrojó a uno de ellos, quemándole cara y ojos. El otro delincuente le hundió al hombre una navaja en el corazón, tantas veces que convirtió aquello en un matadero.
La multitud arrojaba lo que tenía a mano. Los agentes no daban abasto para intentar contenerla. El odio, la locura, el desenfreno, la rabia, se habían apoderado de los ciudadanos hartos de putadas, de hedores, de máscaras y de llagas podres, y todo desembocaba en una violencia brutal, sin reglas, sin piedad, como si ese fuera el auténtico virus que se transmitía entre las personas. Chicas violadas, transexuales apaleados/as, mendigos en llamas, chavales destruidos, policías torturados.
Una purga.
La ciudad era fértil en basuras, insectos, roedores, sangre, llamas y lluvia.

José Ángel Barrueco, 
de Los violentos. Una historia de Lavapiés
 (BunkerBooks, 2024)


domingo, 18 de agosto de 2024

BRINDIS AL SOL por NICOLÁS CORRALIZA




BRINDIS AL SOL 

Larga vida al poema.
Larga enfermedad
esta del verso,
que nos llena de fiebre
cuando miramos.


UN REINO AL RASO

Vente conmigo.
Aquí la gravedad
apenas pesa.


FLAMA

En los bordes de la tarde, tú
agarrada a un cielo roto por el cuerpo.
Tormenta sin lluvia,
estruendo que asusta al agua
y la hace hervir.
No es esta la luz de antes.
Nunca soñamos un sol tan cruel.



martes, 13 de agosto de 2024

LO QUE FUNDA EL SILENCIO por LUIS RAMOS DE LA TORRE

 


En el olvido nunca arraiga nada,
alguien, alguna vez, dirá tu nombre.

Por eso, plántale a la tarde un ramo
de serena alegría, 
                   algo sencillo,
hasta que el agua con su oficio teja
un hilo de silencio, 
                   un cauce
que guarezca a tiempo lo que antes dijera la lluvia
y añada unas gotas de luz a la belleza.

La memoria lo sabe.

*

Lo que vuelve y se rehace,
                                 nunca se niega.
Azul vacío.
         Abrazo ausente.
La extraña austeridad de los afectos.

Hay un hueco impasible en las huellas del viento.
El tiempo se desvanece o persiste,
arde en su fragilidad,
                    hurga en el aire y trae,
lo que funda el silencio.


Luis Ramos de la Torre, de Lo que funda el silencio (Lastura, 2024)


viernes, 9 de agosto de 2024

SELVA por NATACHA G. MENDOZA



Te hablaré de la lluvia, porque aquí, en esta latitud, todo se desangra cuando hay tormenta. Y tú, tan desértico, no podrías comprender ese lenguaje salvaje. Te hablaré del aroma que emana la selva, del rocío perdido entre las hojas. Del cielo que se rompe en mil pedazos y de esta casa que tiembla por el rugido de algún dios. A ti, que estás lejos en esa tierra que ignora a los ríos, que se conforma con la escasa humedad de la madrugada. Te hablaré de la lluvia tan perra y cercana, tan dolorosa cuando el hambre es cruel y la comida del refrigerador no me sirve de nada.

Natacha G. Mendoza


Pintura de Mishel Alekyan

sábado, 3 de agosto de 2024

APOLOGÍA DE LA VIOLENCIA por NACHO ESCUÍN



Mi idea de la literatura siempre se relacionó con la evasión hacia un lugar mejor, no solo distinto, mejor. En mis recuerdos sobre los libros y el paraíso que supone habitarlos siempre sobrevuela un sentimiento extraño de aislamiento o necesidad de estar solo. Hay también un olor permanente en el recuerdo en el que se mezclan el polvo y la tinta usada. También hay una sensación imborrable del tacto del papel en los dedos.
He leído unos cuantos libros, al menos unos cuatro mil antes de cumplir los cuarenta. 
He escrito nueve libros de poemas, algunos alegres y casi todos tristes; todos existenciales y biográficos, con el ápice de mentira suficiente, en algunos casos para poder soportarlo pero la mayor parte de las veces basado en hechos reales, los propios hechos reales. 
Siempre he estado escribiendo libros desde el día que comencé a escribir. No escribo poemas, no escribo relatos, no escribo artículos. Escribo libros, porque no sé hacer otra cosa, porque lo hago sin darme cuenta, porque escribo para vivir. 
Estudié filología, a pesar de las recomendaciones y advertencias que indicaban que tras ello había una carrera complicada, difícil, poco reconocida. Quizá arrastraría dolor o nada pero sin embargo conseguí algo más que eso. No obstante, siempre tuve la sensación de que no había hecho nada, solo ganar tiempo para seguir escribiendo libros. Probablemente hice una carrera para seguir escribiendo, hice un doctorado para seguir escribiendo, comencé a dar clases en la universidad para seguir escribiendo. Solamente me olvidé de que quería escribir cuando tomé un meandro en el camino engañoso. 
Después vino la época en la que ni siquiera podía leer y entonces solo quería estar rodeado de gente y beber y gastar ingentes cantidades de dinero en invitar a todo el que me rodeaba para no estar solo. 
De tantas formas como uno pueda imaginar, me había percatado ya, a mi edad, de lo que el poder hace con todos los elementos de la vida. El estado de bloqueo masivo no me permitía deleitarme con un buen concierto, un libro estupendo o una buena película. Solo los largos paseos parecían darme algo de alivio a esta angustia creciente. 
Rondando los cuarenta, cualquiera hubiera pensado que tendría claro cuál era mi camino en la vida. Pero no solo no lo sabía, daba tumbos en lo personal y lo profesional y buceaba entre las dudas mientras dejaba pasar el tiempo o el tiempo pasaba ante mis ojos. 
El último año había traído a mi vida una gran carga de tristeza o desazón y lejos de haber sabido combatirla la había aceptado como el que acepta que a partir de un momento determinado ya nada será como antes sin plantar cara al problema o aportar una solución. 
«La violencia puede percibirse de modos distintos» me dijo el analista que tenía sentado frente a mí. Ese era su trabajo, decirme las cosas sin ambages. Iba a verlo una vez por semana y me sentaba frente a él y le contaba cómo iban las cosas y él me decía frases como esta a setenta euros la hora. Pero me sentía reconfortado y me sanaba poco a poco, sesión a sesión, o eso pensaba o quería pensar. 
No es necesario disparar un arma para matar a un hombre. Tampoco es necesario utilizar un cuchillo, ni empujar a alguien al andén en una parada de metro. No es necesario afrontar la muerte de alguien desde un acto directo de muerte o asesinato. Se puede matar a alguien desde las redes sociales, desde el mismo Facebook de los huevos, desde el controvertido Twitter también se puede, desde el inocente y adolescente Instagram. 
Se puede matar desde la verdad y desde la mentira. Se puede matar diciendo la verdad sobre alguien y también diciendo una gran mentira. Esa es la ventaja de los nuevos tiempos, ese es el signo de estos tiempos. Todo se puede hacer a distancia. Una transferencia, comprar unos billetes, mandar un ramo de rosas a alguien o apretar un gatillo metafórico. 
Viendo todo esto vino a mi cabeza aquel texto de Dionisio Cañas, de su libro El gran criminal que tantas veces había leído: «Viendo que el día no tenía ni pies ni cabeza, que la noche árida se escapaba por todas partes, que los ritmos del cielo y de la ciudad se juntaban sin hacerle caso a nadie, viendo que ya había hablado de tantas cosas, agarró su cisne enlutado y se fue al carajo». 
Y eso es lo que hice. Solo, sin obligaciones y sin ganas de escribir por primera vez en mi vida, agarré lo imprescindible y me fui al carajo.

Nacho Escuín, 
de La mentira del Cazador 
(Eolas, 2024)


viernes, 2 de agosto de 2024

LO QUE FUNDA EL SILENCIO: Luis Ramos de la Torre.



Con Lo que funda el silencio Luis Ramos poner fin a una serie de libros publicados durante los últimos años (Lo lento, La serena estrategia de la luz, La densidad de los números. Urgencia de lo minucioso) caracterizada por el silencio, la contemplación y la serenidad como ejes sobre los que construir la vida futura, la esperanza. “LA luz, / la voz serena, / tras la palabra llena de otra voz. / Hilos de sombra que tejen su haz, /presagios. // Lo que funda el silencio, / lo que espera. /Cunde la incertidumbre. / Nunca las esperanzas / fueron tan álgidas y el miedo tanto. / Célula loca en ristre alzado y cómputo”.


jueves, 1 de agosto de 2024

POESÍA URGENTE por JAVIER VAYÁ ALBERT



"...porque no oculta
la desesperada distancia
que lo separa de la gente."

Sam Shepard
(Noviembre 1945-julio 2017)

Decidme pues
cómo puedo hacer de la poesía
algo urgente.
Yo que habito la desesperada distancia.
Ahora que los hombres son llamados a filas y fobias.
Ahora que las mujeres elogian la ablación de las sirenas.
Sólo veo comprensión en los pies
que se balancean colgando de los puentes.
Sólo veo hermanos en los ojos enajenados de los caballos.
Sólo son mis hijos los hijos de perra.
Sólo mis madres las zorras y rameras.
Yo que habito la desesperada distancia.
Decidme pues
cómo puedo hacer de la poesía
algo urgente.
Algo que lama un instante la espina dorsal
de los arrodillados.
Algo que endulce el vino robado en los urinarios
de los supermercados.
Algo que extirpe de raíz los penes en misión humanitaria
de los soldados.
Poesía urgente y airada rayo de tierra puntería certera
en la frente justo entre los ojos de los santos
de los corderos degollados y sus monturas de plata y oro
si ellos son los buenos nosotros los malos y locos.
Poesía urgente para que jamás se sientan a salvo
los poderosos machos
cada letra hormiga en su mugrienta boca
mordiendo la excrecencia de su legado.
Poesía urgente que porte el escalofrío último
hasta el más infecto cubil en el reverso del tiempo.
Que devore la palabra y escupa hasta sus cimientos
y se alce con ella todavía palpitando
como un corazón eviscerado
todavía caliente.
Decidme pues cómo puedo hacerlo;
poesía urgente que desaparezca de inmediato
que no deje rastro huella pistas
como el más hermoso y perfecto de los crímenes perfectos.
Sin refugio sin papeles negro en la orilla del gran blanco.
La posteridad es el onanismo del espectro.
Y yo tan sólo habito la desesperada distancia.

Javier Vayá Albert


miércoles, 31 de julio de 2024

LEVITACIÓN Y TRANCE: Roberto R. Antúnez.



Jorge Oteiza escribió: el invierno es una circunferencia. Esas cinco palabras fueron muy importantes para mí. Catalizadoras y laberínticas. Las he repensado muchas veces y albergan holograma, nieve y cencellada, trigales que desembocan en mi paisaje visual: la llanura. Nací mirándola y fui creciendo sin comprenderla. Viví alejado entre montañas y llegó un momento en el que casi terminé odiándola. Pero con el tiempo fui desentrañando su lenguaje de gestos austeros, su manera hermosa y fiera de acariciar los pájaros. Ahora vivo hacia la luz que desprende. De tanto en tanto es imprescindible ir a caminarla y vaciarme las pupilas sobre su regazo. Es mi historia de amor y de odio hacia este desierto policromado.
Este libro está escrito para confluir en ese verso de Mario Santiago Papasquiaro que resume dos mil años de poesía: Dios es rupestre & el Big-Bang su bisonte desatado.

Roberto R. Antúnez


lunes, 29 de julio de 2024

FORTALEZA EN LA COLINA por LLUIS PONS MORA



Contra el viento el poeta nada puede.
Manuel Scorza.


que glorificas los lunes
que santificas las tardes a cuarenta grados
que dignificas pasados
que enalteces a hombres que lo perdieron todo
una vez más después de haberte perdido
que adecentas sus vidas y sus pensamientos
que ratificas la poesía y la especie
que bendices las noches de los martes
que rebautizas los antros con tu nombre.


la de los ojos de dieciséis o diecisiete años
todavía
la hija de todos los volcanes que pisan tus caderas
la mar de la esperanza y del renacimiento
la categórica belleza en el tiempo
la chica y la mujer a la que siempre
y siempre es siempre quise amar
y amé.

Lluis Pons Mora


viernes, 26 de julio de 2024

LOS SITIOS DEL DOLOR por JUAN ANTONIO MORA RUANO



Bendita sea la luz,
bendita esta noche
que no volverá.
No conozco la vigilia
esta noche oscura y fría.
Trino como un pájaro loco
y libero mi angustia.

*

Arenas de agua.
Dunas de desierto.
No hay pájaros en la montaña.
El viento mece las flores
del azar.

*

Una casa de campo
vacía en el cielo.
Donde no hay nadie,
salvo agua
              en una nube.

*

A las barricadas sueño
con temor intrépido.
Intuyo el peligro de la acción.

*

En el silencio de la noche
escribo;
todo está apagado,
dormido como un sueño en soledad.


Juan Antonio Mora Ruano, de Los sitios del dolor (Corona del Sur, 2024)


miércoles, 24 de julio de 2024

INTELIGENCIA ARTIFICIAL por ALEXANDER DRAKE



Hace varias semanas (exactamente el 2 de febrero de 2021) fui a comer a casa de un amigo, y nada más llegar me enseñó un nuevo aparato que había comprado. Se trataba de un asistente virtual conocido como Alexa. A mi colega todos estos aparatos le fascinaban, y siempre que salía al mercado cualquier novedad de este tipo, él era de los primeros en correr a la tienda para hacerse con ella. Mi amigo le empezó a preguntar por el tiempo que haría por la tarde, y justo después sonreía satisfecho al escuchar el pronóstico y la voz femenina de su juguete nuevo. Luego le pidió que le contara un chiste, y más tarde le dijo que pusiera un poco de música tranquila. Empezó a sonar algo de jazz ambiental y él me miró como queriendo decirme: “¿Has visto qué pasada...?” Mi colega entonces se fue a la cocina a vigilar el arroz con verduras que había dejado en el fuego y yo aproveché el momento para hacerle a aquel aparato otro tipo de preguntas:

—Alexa —dije con determinación—, ¿cuál es el sentido de la vida? —¿Existe Dios? —¿Existe vida inteligente más allá de nuestro sistema solar? —¿Eres un dispositivo de espionaje de Amazon? —¿Cómo puedo encontrar a la mujer de mi vida? —¿Es posible que en el futuro el ser humano llegue a alcanzar la inmortalidad gracias a los avances de la ciencia y la tecnología? —¿Cuánto tiempo le queda al planeta Tierra antes del gran cataclismo atómico? La verdad, ninguna de sus respuestas estuvo a la altura de mis expectativas. Pero qué se podía esperar de un producto que tenía un precio de mercado de 29,99 €.

Alexander Drake


martes, 23 de julio de 2024

NO HAY VALIENTES EN EL PARAÍSO: MJ Romero.



Un cosmos en el que todo es posible, hasta lo imposible, y donde lo que debería ser justo, quizá tenga la cabida real de la justicia. Un cosmos donde se pone voz a lo indecible.


viernes, 19 de julio de 2024

FOLLAR [La negligencia del jardinero] Cuadernos de un ecosicario III: Gsús Bonilla.



Un parque público, también un jardín urbano, son espacios emocionales creados artificialmente, concebidos para el bienestar de la ciudadanía y sustentados gracias al control humano. En esta naturaleza fingida, no exenta de hostilidad, la belleza casi siempre es un espejismo y no queda otro remedio que recrearse en lo que allí acontece de verdad y ser fiel a lo que se ve. A saber: un jardinero, que en su rutina diaria hace acopio de hojas caídas y restos de la poda; el poeta, que mira y transita desde la (eco)poesía al (fito)poema y teje, con toda esa materia orgánica, un verbo atávico.


jueves, 18 de julio de 2024

EL CAMINO HACIA EL INTERIOR: Johnny Ray.


“El camino hacia el interior” va más allá de lo que conocemos como poemario. Johnny Ray nos conduce sigilosamente con su poesía limpia, sincera, sencilla y vacía de grandilocuencias por los senderos de un viaje introspectivo.

Como introspectivo es cada uno de los mensajes que se pueden extraer de las páginas de este libro.

Él mismo nos susurra en uno de sus poemas “…no hay poesías fuera para ti si no hay poesía dentro de ti…”

Y es que al sumergirte en la lectura de “El camino hacia el interior”, no te quedará más remedio que indagar en la búsqueda de ti mismo y de tu felicidad real. Desde el silencio, desde la intimidad de tu alma.

El reto es mayúsculo y la herramienta que nos ofrece Johnny Ray, preciosa. Ahora solo falta que tú, cuando tengas este libro entre tus manos, camines hacia tu interior con la lectura de cada poema que nos regala el poeta.


martes, 16 de julio de 2024

EL FRÁGIL ORDEN DEL UNIVERSO por EDUARDO QUIJANO SÁNCHEZ



—Bob –soltó mi amigo Tom, con el brazo encima de la mesa, y me miró suplicante—. ¿Qué coño importa quién sea el último en acabarse una lata de birra?
Agarré el hacha con las dos manos. Aquella era un hacha enorme que mi padre guardaba en el sótano para cortar leña en situaciones urgentes como esta.
—Tom —le dije, intentando hacerle ver la importancia de aquel acto—, esta es una apuesta. El último en beberse su cerveza pierde un brazo. Y una apuesta es una apuesta. Aquí y en todos los sitios. Tú has perdido. Y si yo no puedo confiar en tu palabra, tampoco podré confiar en la del vecino, ni en la del vecino del vecino del vecino. Y, entonces, ya no podré confiar en nadie. Y si no puedo confiar en nadie, ya te has cargado toda nuestra sociedad. Y reinará el caos.
En la mesa de al lado tenía todo listo. Vendas, alcohol y una neverita de camping llena de hielo.
A nuestro alrededor, Max, mi perro, un enorme San Bernardo, no paraba de molestar, dando saltos y moviéndose de un lado a otro. Hacía meses que estaba nervioso.
Tras el accidente, el espíritu de mi padre se había reencarnado en aquel chucho, que apareció esperándonos en la puerta de casa justo el día que volvimos del cementerio después de enterrarle.
Tom, pálido, agachó la cabeza.
Miré por la ventana. En la calle seguía nevando.
—Sí. Vale —balbució Tom—. Una apuesta es una apuesta. Pero lo que hagas hoy con tus amigos, también determinará el orden del universo y te perseguirá toda la vida… Quieras o no…
—Sí. Comprendo —dije muy seguro.
—Voy a perder el brazo, Bob…
—No, Tom. No vas a perder tu brazo. Te lo prometo.
—¿Y si dejamos todo esto para otro día? ¿Eh? —soltó.
Levanté el hacha con las dos manos.
Me eché hacia atrás. Y le dije que no mirara.
Después del golpe, vi a través de la ventana cómo todos los pájaros que había en la calle se desbandaban de repente.
Dos minutos después salí corriendo a la calle.
Nevaba con fuerza.
Subí la puerta del garaje. Saqué marcha atrás el viejo Ford de mi padre y lo dejé aparcado en la acera con el motor encendido.
Luego volví corriendo a casa a por Tom.
Tom, todavía al lado de la mesa, llevaba la herida envuelta en un enorme trapo, a la altura del codo, atado con una goma que habíamos encontrado en la cocina para evitar la hemorragia.
El trozo de brazo cortado había saltado al suelo tras el golpe.
Con la rapidez de una gran emergencia, dispuesto a cumplir mi palabra, saqué a mi amigo de casa. Lo ayudé a entrar en el coche.
Luego volví a por el brazo.
El plan era irnos entonces al hospital para que allí se lo cosieran.
Pero, justo al abrir la puerta, Max salió en tromba, juguetón, con el brazo de Tom en la boca, como si fuera un hueso. Y corrió calle abajo.
A papá, cuando estaba vivo, también le encantaba fastidiarnos jugando a escondernos cosas.
—¡Max! —grité—. ¡Max!
Pero Max no paraba.
Tom bajó la ventanilla del coche y gritó:
—¡Bob! ¡Se escapa! ¡Se escapa!
Recordé entonces el viejo rifle que guardaba mi padre en el salón y corrí a por él.
De nuevo en la calle apunté con el arma a Max, que huía, rápido como un demonio, perdiéndose entre las casas nevadas.
Algo dentro de mí me decía que no podía pegarle un tiro.
No. Dentro de aquel chucho estaba el espíritu de mi padre. Y si disparas a tu propio padre… ¿Qué nos queda después?
Pero también le había prometido a Tom que recuperaría su brazo. Y una promesa es una promesa.
Levanté la vista hacia el cielo nublado.
La tormenta no amainaba.
Y yo, mientras, con el rifle entre las manos, seguía intentando mantener el frágil orden del universo, hasta que otra vez volviéramos a tener la situación bajo control.

Eduardo Quijano Sánchez,
de El frágil orden del universo
(Cazados de ratas editorial, 2023)


sábado, 13 de julio de 2024

BAILARINAS DE RAFIA por JULIA NAVAS MORENO




BAILARINAS DE RAFIA

 A mi madre,
Julia Moreno Herrera

Después de haber amado tanto las raíces,
de aspirar profundamente el aire
buscando los aromas de la infancia.
Después de tanta ensoñación en viajes
por carreteras secundarias y alegrías primarias
cuando nadie dirigía tu parada
y las estaciones de servicio eran,
más allá de un par de surtidores
y unos aseos bajo demanda de llave,
una quimera americana.

¿Qué nos queda, madre?
¿Por qué la distancia, si tanto nos amamos,
es cada vez más larga?
Ahora la desmemoria lo anega todo
y solo hay vagones de recuerdos oxidados
en paradas muertas.
Ahora tú eres la niña secuestrada
y se hace imposible el rescate.

Todas hemos sufrido alguna vez 
el síndrome de Estocolmo. 

No hay urgencia en visitar 
el nido del añoso árbol: 
todo rezuma tristeza y abandono. 
Incluso aquellas bailarinas de rafia plastificada 
que bordaste con tus manos cuidadosas,
 hoy resultan pantomimas de torpes trazos, 
figuras cansadas sobre el fieltro que las sostiene 
mientras a mí ya no me auxilia nada. 


¿CUÁL ES MI NOMBRE? 

Se te ha quedado tan inmenso el mundo 
que hasta sobra espacio en los armarios 
antes abarrotados de vestidos 
y ajuar urdido cuando aún se te permitía soñar; 
ropa que guarnecía nuestras camas 
y secaba nuestros cuerpos
 —tus cuerpos— 
mojados tras un baño a regañadientes. 

Es fácil que las perchas apenas choquen entre sí: 
ya tienen suficiente barra para deslizarse 
como escuálidas bailarinas de colores. 
Una pequeña mesilla junto a una cama
en la que duermes sola será, a partir de ahora, 
tu única compañera de noche.  

Compartes las estancias como si fuesen tuyas 
cuando ya nada tienes 
salvo la capacidad de confundirlo todo, 
de nombrar a las visitas a tu antojo. 

No, mamá, no somos tus hermanas. 
¿No recuerdas? Solo tienes un hermano 
que vive en Barcelona. 

Frunces el ceño, retraes cuello y cabeza 
y se dibuja una media sonrisa en tu rostro. 
Y entonces nos miras recelosa 
como si fuéramos nosotras 
las que hubiésemos enloquecido.


SILENCIO 

Hay tanto silencio en los pasillos,
en el comedor, 
en la sala de visitas. 
Suena un hilo musical para ahogar 
el sigilo de los que han olvidado 
el día de ayer, 
el rostro de ayer. 
En esa mole de ladrillos grises 
es contagioso el mutismo 
y la risa parece una ofensa, 
una bofetada en un rostro muerto.

Hoy me he colado en la cama 
de tu habitación prestada. 
Allí estabas, vestida y silenciosa, 
ausente y casi viva. 
Entré sin llamar y tu cara se iluminó al verme. 

Hoy no hubo duda alguna de quién soy yo 
aunque no recordases mi nombre.

Me invitaste a tu lecho y nos abrazamos 
entre risas, como locas 
inmunes al destrozo de la soledad,
al olor de orines y pañales defecados, 
a los lamentos de una anciana 
gritando un nombre sin respuesta. 

Ella no ha parido una eterna niña 
que acabe enredada entre sus sábanas. 


LA PÉRDIDA 

La pérdida es el dúctil vacío 
de las tardes de domingo, 
no encontrar la palabra adecuada, 
mirar con extrañeza el rostro antes venerado.


Julia Navas Moreno, de Bailarinas de rafia (Chamán Ediciones, 2024)


viernes, 12 de julio de 2024

SHELLEY DUVAL

BAILARINAS DE RAFIA: Julia Navas Moreno.



En este libro se reúnen la memoria y la desmemoria a partes iguales. A través de un diálogo poético con el lector y con los personajes de la obra, la poeta nos habla de los problemas que conlleva la pérdida de la memoria de nuestras personas mayores. La identidad del individuo desaparece ante el otro llegando a convivir existencia y esencia a través de los recuerdos. Julia Navas realiza una auténtica poeticidad épica de cómo un individuo, desposeído de identidad propia por la demencia senil o el Alzheimer, se construye a través de la memoria del otro. Un paseo por el cambio que nos produce la vida ante la pérdida de los seres queridos y de la propia identidad como seres humanos.


martes, 9 de julio de 2024

TRES POEMAS de ISABEL MARINA



APRENDE 

Aprende a ser
el rey de ti mismo,
el fondeador de tu mundo,
el capitán de tu barco,
el guía a través de tu ciudad milenaria,
el escudriñador de soles perdidos
entre ciegas caricias que no crees recibir.
 
Aprende a vivir
con la cabeza alta entre lo que se olvida,
en los brezos recalentados bajo el sopor
de tu propia existencia.
Aprende a recibir
lo que llama a tu puerta,
a considerar tu llanto
como un mar hacia dentro,
un estante guarecido
entre los vaivenes de la vida.
 
Aprende a conservar
tu sonrisa pese a todo,
a ser a la vez humilde y orgulloso,
a no olvidar nunca
la fe que debes tener en ti mismo,
a comprender que tu vida
es pequeña y preciosa a la vez,
que no volverás a contemplar
este único amanecer.


TÚ ERES

Tú eres el leit motiv de tu vida.
No sé si te has dado cuenta.

Miras a tu alrededor esperando, buscando,
la confirmación de que tus pasos sean correctos.

Intentas echar a un lado los rastrojos
para encontrar el camino que desconoces.

Te acompañan otras manos, otras voces,
y muchas veces te tiembla el corazón.

Es un hecho que sueles olvidar lo importante:
la lealtad que a ti mismo te debes.

Podrás apartarte de todo aquello
que crees que no te hace bien.

Pero jamás podrás apartarte de ti.


MUJER FRENTE AL ESPEJO
 
Quédate aquí.
Intenta despertarte si es posible,
y si no, no importa,
duérmete en la orilla
de tus cincuenta y cinco años,
pero aprende que ya ha pasado
la mayor parte de tu vida,
y eso es incontestable.
 
Después, frente a ti,
besa tu rostro en el espejo,
acaricia sus contornos.
Eres aquella
de la que trataste de huir,
pero has llegado aquí,
y resulta que eres hermosa,
y que algunos cuentos
eran solo una mentira,
un maldito cuento de hadas.

lunes, 8 de julio de 2024

LA LLAMADA por MAICA BERMEJO MIRANDA



Le extrañó el frenazo del coche y ver a Pablo, su marido, atravesar apresurado el jardín. Todavía faltaban unas horas para que volviera del trabajo.

–Se habrá escapado antes –pensó. Esperó su llegada mientras terminaba de vestirse. Cuando abrió la puerta vio su cara demudada, aun así, no se asustó. Nunca se asustaba antes de tiempo –¿Para qué? ya se encarga la vida por sí sola de apretarnos las tuercas sin necesidad de que nosotros creemos fantasmas –decía a menudo.

–¡Una noticia horrible! –tartamudeó él.

Julia pensó en su suegra, muy enferma desde hacía años.

–¡Dios mío! –exclamó Pablo– Es espantoso –vaciló –Tu padre... –Hizo una pausa interminable –Tu padre está muerto –. Le dio la noticia de sopetón, sin ningún preámbulo, ansioso por compartirla rápidamente.

Todo quedó en suspenso, como una imagen ralentizada en la pantalla; la sangre subió hasta el cerebro dejando un zumbido sordo en sus oídos. Las palabras se quedaron rebotando en el vacío. Julia le miraba atónita, tratando de entender su significado, incapaz de trasladar a la realidad lo que su voz le transmitía. Como si fuera un asunto ajeno a ella inquirió fríamente los detalles, su mente se negaba a reconocer el hecho.

–¿Cuándo? ¿Cómo lo has sabido? ¿Quién te lo ha dicho? Hablé con él ayer por la mañana y estaba perfectamente –balbuceó Julia.

–Tu madre ha llamado a tu trabajo y como no estabas me ha llamado a mí –le aclaró Pablo, con un gesto de pesadumbre porque aún no les habían instalado el teléfono en su nueva casa.

En ese instante se repitió el frenazo de un coche y sonaron unos pasos sobre la grava. También acelerados. El sonido imperioso del timbre urgía una respuesta. Ambos se dirigieron a la puerta.

Antonio, un compañero del trabajo, irrumpió agitando los brazos en el aire.

–Julia, tu madre ha vuelto a llamar. No saben cómo, después de una muerte cierta, tu padre ha vuelto a la vida, los médicos no se lo explican –dijo eufórico.

Julia y Pablo se estrecharon en un abrazo dejando que el torbellino de emociones reposara en su entendimiento. A la cabeza de Julia saltó el recuerdo del libro que regaló a su padre por su cumpleaños y sus comentarios entusiastas.

–¡No sabes lo que me ha gustado, hija! Tienes que leerlo. No te imaginas cuántos casos y experiencias relatan los doctores y los propios protagonistas. Aseguran que han estado muertos. Muerte clínica que certifican sus médicos y después de una experiencia, en la gran mayoría, de luz y calma, de reencuentro con sus seres queridos, una voz les ha dicho: “Todavía no es tu momento, debes regresar y terminar lo empezado”

Ella le escuchó escéptica, aunque se alegró de que le hubiera gustado. Le aseguró que lo leería cuando él lo terminara.

Se desprendió con ternura del abrazo de Pablo. Ahora ansiaba el momento de encontrarse con su padre, muerto y resucitado en un breve espacio de tiempo. Deseaba compartir con él su experiencia y volver, como en tantas otras ocasiones, a ver juntos los amaneceres blancos en la montaña cuando apenas se escucha el vuelo de los pájaros, compartir las cañas en el bar cercano, los partidos de futbol con bocata de calamares incluido y, sobre todo, y más que nada, sentir su mirada cálida.

Julia no sabe muy bien lo que ha pasado; lo que sí tiene claro es que quiere apurar el tiempo exprimiendo cada segundo, porque cada día puede ser una fiesta por el mero hecho de existir.

Maica Bermejo Miranda, 
del blog Al Sur de los tambores


viernes, 5 de julio de 2024

ERIKA Y EL TIEMPO según RAMÓN GUERRERO



He leído entre sombras la novela de Javier Vayá Albert, en el parque de mi ciudad, rodeado de viejos y enormes árboles y plantas de cientos de especies diferentes, al igual que los personajes que vamos conociendo en sus páginas. Personajes que navegan en un mar de misterios, atormentados por el cielo y la tierra, por el ansia descontrolada del que sabe que nunca llegará a encontrar la paz. Una paz, por otro lado, innecesaria pues no entra en sus planes vivir como borregos. Búsquedas y búsquedas cuyo destino final es el encuentro con la libertad, que quizás como él bien dice, consiste en “separarse de lo más amado”: el odio como motor de búsqueda.

El fantasma de Javier pulula en este espacio a través de referencias literarias y musicales como eje fundamental de una vida, quizás soñada. También autobiográficas.

Referencias orwellianas, la novela negra, el western (luchando “solo ante el peligro”), abrigos negros y largos, sombreros, poesía, ríos de cerveza en una cartografía enormemente accidentada, letras malditas que casi nadie leerá. Toques de realismo mágico que hacen que sus personajes posean una rica y explosiva vida interior, las miserias del ser humano que nos arrastran hacia lugares desconocidos. Hermosos poemas condensados como gotas de lluvia a punto de caer desde aquellas nubes tan negras.

La angustia vital como una araña negra y viuda construyendo su red, donde atrapados permanecemos y construimos un camino a seguir sin pausa aunque nos lleve a la nada oscura. El transcurso del tiempo aplastando todos los posibles recuerdos.

También nos habla Javier sobre la libertad individual. Libertad para vivir el normalizado género, el estereotipado sexo, como nos dé la real gana. Cada pequeño personaje que va ocupando unos párrafos nos deja una mochila repleta de dinamita.

La literatura oficialista haciendo daño, llenando de vacío el alma de tantos escritores que decidieron vivir acunados en la comodidad y la normalidad de un espacio cerrado, aislados en sus egos, creyendo que abandonar sus principios les dio el derecho de postular sobre todo.

En el otro bando, se mueven sus personajes, compañeros de Leopoldo, Jack, Arthur, Charles, que como bien dice Javier son “almas únicas condenadas a habitar siempre el lado de la tormenta”.

Encontramos al amor destrozado por la singularidad del “yo”. La imposibilidad del “nosotros” que riega el jardín de “las flores del mal”. Todo ello como vehículo para huir de la rutina social e individual. El ansia que nos hace seguir siempre hacia delante o hacia atrás. Que más da. Nunca estáticos.

La felicidad, fugaz, llegando cuando menos lo esperas, ubicada casi siempre en rostros desconocidos que parecieran estar esperando desde hace años este encuentro fortuito, que a veces, echa raíces.

La poesía como un tesoro perdido en el fondo de un mar de nihilismo habitado por peces poetas y sus crías.

En sus páginas, el edificio social salta por los aires, planta por planta: el amor normalizado, la familia, la sociedad corrompida hasta las trancas, las emociones, la religión y sus manipulaciones. De una manera sutil, a veces brusca, no deja títere con cabeza. Javier nos habla de la belleza y la fuerza de la mujer como salvadora incansable del mundo, a pesar de ser destruidas continuamente por la inmensa batidora de ese patriarcado capitalista aún vigente que se acojona a las primeras de cambio.

Así, con una prosa y una poesía excelentes, Javier Vayá, atraviesa la ancha autopista de la normalidad, dando tumbos entre historias que se cruzan, casi siempre vertiginosamente, pero dejando huellas eternas, haciendo que nos sintamos cómplices y nos reflejemos en alguna de las múltiples caras de los espejos que habitan en este adictivo puzzle.

Enhorabuena, Javier, por este magnífico libro.

Ramón Guerrero, 
sobre Erika y el tiempo, 
de Javier Vayá Albert
(Olé Libros, 2024)


martes, 2 de julio de 2024

LOS TRAUMAS DE LAO - TSE por TOMÁS RIVERO



ESPECTADOR

Existe un placer en todo. Sólo hay que dosificar la tristeza y el
tiempo. Y en esa lentitud esperar. Esperar que la tristeza y el
tiempo no se interrumpan. La luz filtra ese placer. En ese paisaje
nunca estás tú. Eres un observador.

ESPECTADOR DOS

El observador ve al otro lado del tiempo cómo un hombre corre en
círculos en dirección contraria a las agujas del reloj: su tiempo en 
los infinitos circulares del laberinto. En ese círculo hay un punto
de encuentro donde nunca está él. Y un placer en su ausencia.

OJO QUE MIRA DESDE LA SOMBRA

Al contraluz la yema del dedo
acaricia el hilo
el sol penetra en la herida
iluminando el pasado.
Miro por la ventana
calle abajo llegan
caballos de oro y nieve:
en una gota de sangre 
se desvanecen.

*

Las palabras de la vida
transitan entre letras como larvas.
Bajo la colcha de mi cama
con las alas extendidas
una gran mariposa espera.

*

Estaba la hoja arriba
la pregunta sin respuesta
la rama más alta
y mirabas al cielo.
Fíate de animal que hoza
él siempre encuentra 
lo que tú buscas.

Tomás Rivero, de Los traumas de Lao-Tse (68 aforismos y trece poemas) (Editorial Folios Grapados, 2024).