domingo, 10 de noviembre de 2024

Poema del día: "El truco del marfil", de Raymond Queneau (Francia, 1903-1976)


Al abrigo de las encinas plagadas de bichos
Encinas plagadas de los bichos de la muerte
Sombra violeta que separa la caducidad de los horizontes
A partir del nacimiento del hombre
No se dicta justicia al abrigo de los árboles
Pues la justicia es una lechuza
Que berrea de noche para adormecer las habitaciones llenas de amor
Habitaciones mortales con niños recién nacidos
Que se disfraza para tender una mano malsana
A los pobres asustados por la negrura de las paredes
Los carceleros enrojecen de alegría al chupar los grilletes
Más helados que campanario de iglesia
La muchedumbre se precipita como era previsible hacia los llamados bailes populares
La justicia la justicia
Acabará al fin por sofocarse tosiendo
Gato perdido en una acera pringosa
Ventana lamentable que sólo se abre para apagarse
Las luces que se rozan a lo largo de los cuerpos imprevisores
Preguntan el camino llorando a lo largo de los reverberos
En tanto que los agentes se vuelven calvos
Y los vitrales de las capillas se reducen a nada
Bajo la presión de las manos húmedas de las mujeres que nunca fueron vírgenes
Y para quienes toda calle fue una misma pasión
Si preguntan el camino nadie contestará
Hombros exilados en las noches sin término
Semblantes de sombras estranguladas
Hay estrellas que brotan como chispas de las olas lejanas
Llueve hasta quedar sin aliento
Un gavilán brinca danzarín desorientado
El espacio se mueve ágilmente por sobre las florestas metálicas
De donde levantan vuelo cuervos melódicos de helados destinos
Más allá de la rápida palpitación de los páramos
Clavados al suelo por los menhires
Espantajos de nubes esbozadas o moribundas
Más allá de la virginidad sin brillo de los desiertos donde se acuesta el sol
El tedio de este día se ha sentado
Tan cubierto de segundos como un sacerdote de piojos
La osamenta de esos monstruos acaba de derrumbarse
Y de su polvo salen volando pájaros blancos y dorados
Alegría de las plumas velocidad de las alas
Arrastran joyas evadidas de los ojos de las enamoradas
Llamas exaltadas nucas transparentes
Senos suavísimos torsos de estrellas
Vigilantes guardianes del alba acariciante
Alba cristalina alba perpetua
Pantera de pelo azul
El amor nace en los encuentros un pulpo devora el arco iris
Un mochuelo perfumado cobija en sus alas
A los fantasmas irónicos y a los amigos del crimen
Las ennegrecidas pendientes del deber se desmenuzan con el temblor de la fatiga
Una vez más el crepúsculo se derrama en la noche
Después de haber escrito en los muros SE PROHÍBE NO SOÑAR.

Jacques Prévert en L'instant fatal (1948), incluido en Antología de la poesía surrealista de lengua francesa (Fabril Editora, Buenos Aires, 1961, selec. de Aldo Pellegrini).

sábado, 9 de noviembre de 2024

Poema del día: "Menos solitario", de Alfred Kreymborg (Estados Unidos, 1883-1966)


Cuatro criaturas,
apenas mayores que gnomos,
pero alegres como gnomos—
aunque sus caras eran pálidas,
sus ojos azul pálido,
su pelo de oro pálido—
y sus semblantes serios,
sus ropas
retazos improvisados
de lo que fueron trajes—
chanclas de palo por zapatos,
pana surcida por medias,
cáñamo amarillo por ligas—
y bajo los brazos de saltamontes,
un cerro
y un cerro
y un cerro
y un cerro de libros—
dos adelante y dos detrás
o los cuatro en fondo,
cuatro gnomos chiquitos
camino de la escuela
o de vuelta de la escuela—
los árboles arriba cabeceando,
los caminos debajo trotando,
e Italia por todas partes ondulando,
cabezas perezosas,
venas adormecidas,
voces soñadoras
cantando al unísono—
dieci per uno dieci
dieci per due venti
dieci per tre trenta—
llevaban un eco,
un eco confuso,
una vocecita,
una voz tímida,
desde lejos
en los montes,
sobre el mar,
tras el horizonte,
detrás de los años—
diez por uno diez,
diez por dos veinte,
diez por tres—
solo yo
nunca pude ir
tan despreocupado,
ni tan musical—
y cada uno
tenía un halo
o un collar,
o un brazalete
de violetas
barba azules—
mientras yo
tenía una gorra,
una gorra aturdida de New York,
y la ciudad sobre mí,
las casas en mi cabeza,
las calles en mi espalda,
y bajo mis brazos y mis piernas—
caminando sólo solo,
con un barullo dentro,
pensando, cavilando
en lo que iba a venir,
y si mañana,
o pasado mañana,
o el día después de pasado mañana
o seguramente el día después
sería más claro
y más azul
y más fácil—
y menos solitario.

Alfred Kreymborg, incluido en Antología de la poesía norteamericana (Fundación editorial El perro y la rana, Venezuela, 2007, selec. de Ernesto Cardenal, trad. de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal).


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viernes, 8 de noviembre de 2024

Poema del día: "En defensa del matrimonio", de David Solway (Canadá, 1941)


Aquí estoy pues colgando los pañales
en ese estado intermedio entre la soltería
y el divorcio. La pinza en los dientes dificulta
el parloteo rapsódico, mas es para bien,
y a pesar de las risitas de mis vecinos
y esta irrupción de la sangre en intenso sonrojo,

gravemente hago ondear un pañal de la cuerda
y hago mi tregua con el cielo. A mis amigos
les digo: esto no es hiel, sino vino dulcísimo,
esto no es un cautiverio que me defendiera
de mis inclinaciones, sino un signo
de gracia y toda la divinidad lo ensalza.

Me atengo al Génesis. El Eclesiastés
me satisfizo en la juventud, mas fue un refugio
en aquel entonces de irresponsabilidades.
De manera que cuelgo los pañales e incluso
si los vecinos se ríen sobre sus habachis,
dejadles. Los ángeles sonríen en el cielo.

David Solway, incluido en Antología de la poesía anglocanadiense contemporánea  (Los libros de la frontera, Barcelona, 1985, selec. y trad. de Bernd Dietz).


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jueves, 7 de noviembre de 2024

Poema del día: "Melancolía", de Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916)


Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.
Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas,
ciego de ensueño y loco de armonía.

Ese es mi mal. Soñar. La poesía
es la camisa férrea de mil puntas cruentas
que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas
dejan caer las gotas de mi melancolía.

Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;
a veces me parece que el camino es muy largo,
y a veces que es muy corto...

Y en este titubeo de aliento y agonía,
cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?

Rubén Darío en Cantos de vida y esperanza (1905), incluido en Antología crítica de la poesía modernista hispanoamericana (Ediciones Hiperión, Madrid, 1992, selec. de José Olivio Jiménez).

Otros poemas de Rubén Darío

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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Poema del día: "El navío de espejos", de Mário Cesariny (Portugal, 1923-2006)


El navío de espejos
no cabalga            cabalga

Su mar es el bosque
que le sirve de nivel

En el crepúsculo espejea
sol y luna en los costados

Por eso al tiempo le gusta
quedarse con él

Los armadores no aman
su rueda clara

(Vista en movimiento
se diría que para)

Cuando llega a la ciudad
ningún puerto le abriga

Su bodega no trae nada
nada se lleva a la partida

Voces y aire pesado
es todo lo que transporta

(Y en el mástil que espejea
una especie de puerta)

Sus diez mil capitanes
tienen el mismo rostro

La misma cinta oscura
el mismo grado y puesto

Cuando uno se rebela
hay diez mil insurrectos

(Como en los ojos de la mosca
se reflejan los objetos)

Y cuando uno de ellos jala
el cuerpo sobre los mástiles
y escruta en el mar del fondo

Toda la nave cabalga
(como los astros en el espacio)

Desde el principio del mundo
hasta el fin del mundo.

Mário Cesariny en Obras de M. C. (1980-1982), incluido en Antología breve de la poesía portuguesa del siglo XX (Instituto Politécnico Nacional, México, 1998, selec. y trad. de Mario Morales Castro).


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martes, 5 de noviembre de 2024

Poema del día: "En la aldea de los pescadores", de Elizabeth Bishop (Estados Unidos, 1911-1979)


A pesar del frío atardecer,
en una de las casas
un viejo remienda su red
en la casi invisible caída de la noche;
brilla el oscuro marrón-púrpura
de su gastada lanzadera.
Es tan fuerte el olor a bacalao
que lloran los ojos y se humedece la nariz.
Las cinco casas visten pronunciados tejados
y angostos travesaños
que conducen a desvanes
para el ir y venir de las carretillas.
Todo es plata: la pesada superficie del mar,
que lenta asciende como si temiera derramarse,
es opaca, pero lo plateado de los bancos,
las nasas langosteras y los mástiles, esparcidos
entre dentadas rocas salvajes,
revelan la aparente translucidez
de los vetustos, diminutos edificios de musgo esmeralda
que crecen junto al mar.
Los barriles desbordan
hermosas escamas de arenque
y las cestas de pescado repletas
de lechosas e iridiscentes conchas
e iridiscentes pequeñitas moscas cintilando.
Ladera arriba, tras las casas,
plantado en el rocío disperso de la hierba,
yace un cabestrante de viga raída,
con dos descoloridas manivelas
y manchas de sangre seca, como la melancolía,
donde el hierro ya se oxidó.
El viejo, amigo de mi abuelo,
acepta un Lucky Strike.
Hablamos del descenso en la población
de bacalao y arenque
mientras espera que llegue la barca arenquera.
Brillan las escamas como lentejuelas en su chaleco y su pulgar;
ha escamado, su esencial belleza,
tantos peces con ese viejo cuchillo negro
cuya hoja es casi roma.
Abajo, en la orilla del agua, donde arrastran
las barcas hacia la rampa
que entra al mar, esbeltos plateados
troncos horizontales
sobre grises piedras, descienden
a intervalos de más de un metro.

Frío oscuro profundo y absolutamente diáfano,
elemento intolerable a los humanos,
a los peces y a las focas… tarde tras tarde
he visto aquí a una foca en particular.
Despertaba su curiosidad. Le interesaba la música
y creía, como yo, en la total inmersión;
así que solía cantarle himnos baptistas.
También le cantaba «Fortaleza todopoderosa es nuestro Dios».
Erguida desde el agua me miraba
atenta, sacudiendo su cabeza.

Desaparecía y de pronto volvía a emerger
en el mismo sitio, con cierto desgaire,
como si actuara en contra de su voluntad.
Fría oscura profunda y absolutamente diáfana
la claridad grisácea del agua helada… al fondo, tras nosotros,
los graves, altos abetos.

Azulados, reunidos en sus sombras,
miles de árboles navideños esperan
la Navidad. El agua pareciera suspendida
sobre el azul gris de las redondas piedras.
He visto una y otra vez el mismo mar, el mismo
leve e indiferente mecerse sobre las piedras,
gélido y libre por encima de las piedras,
sobre las piedras y luego sobre el mundo.
Si hundieras la mano en él,
de inmediato te dolería la muñeca;
lastimaría tus huesos y ardería tu mano
como si el agua fuese la transmutación del fuego
alimentada de piedras para arder en la oscura llama gris.
Si lo probaras, al principio te sabría amargo,
después, salado, luego seguro te quemaría la lengua.
Es como imaginamos el conocimiento:
oscuro, salado, claro, móvil, plenamente libre,
extraído de la fría y áspera boca
del mundo, nacido de rocoso seno,
siempre fluye y se retrae; y como
nuestro conocimiento es hist��rico, transcurre y pasa.

Elizabeth Bishop, incluido en Altazor. Revista electrónica de literatura (1ª época, año 2, julio de 2020, Chile, versiones de Jeannette Clariond).

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lunes, 4 de noviembre de 2024

Poema del día: "Tiempo yermo", de Baiba Bičole (Estados Unidos, nacida en Letonia, 1931-2021)


Se repliegan las palabras en la lengua,
hurga el oído el tic-tac del reloj.
Hasta el núcleo de la tierra descienden
las raíces de las horas bajo las glebas
y de nuevo trazo líneas,
cruces, signos de restar.

**

— cuando pasan
          al galope
                   pisan muerden
                             arrasan golpean
                                       pesados
                                               caballos
                                                        tan pesados
                                                                  tormenta
                                                                          conmoción
                                                                                  y tormenta

— ¿cómo hacerle frente?
          ¿con un extenso campo
          de pacífica avena dorada?
          — ¿con otro ataque
                      otro ejército tempestuoso
                              ensordecedor
                              enfrentándolo
                                      haciéndole frente?

— ¿cómo para que quede
           hierba verde noche blanda oscuridad
                    una hoguera un mozo
                              que pastoree caballos
                                       un jinete que regrese a casa
                                       — y una casa,
                                            para que quede una casa
                                            a la que regresar

**

— una pradera empantanada,
agua verdosa,
hierba parda
y, en medio del humedal,
sobre una roca,
un ave acuática blanca,
un punto fijo —
mira, eso recuerdo, precisamente eso,
como si fuera el centro del mundo,
como si un principio o un final
                                                  fuera —

Baiba Bičole, incluido en Vallejo & Co. (17 de octubre de 2023, Perú, trad. de Rafael Martín Calvo).


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