Encinas plagadas de los bichos de la muerte
Sombra violeta que separa la caducidad de los horizontes
A partir del nacimiento del hombre
No se dicta justicia al abrigo de los árboles
Pues la justicia es una lechuza
Que berrea de noche para adormecer las habitaciones llenas de amor
Habitaciones mortales con niños recién nacidos
Que se disfraza para tender una mano malsana
A los pobres asustados por la negrura de las paredes
Los carceleros enrojecen de alegría al chupar los grilletes
Más helados que campanario de iglesia
La muchedumbre se precipita como era previsible hacia los llamados bailes populares
La justicia la justicia
Acabará al fin por sofocarse tosiendo
Gato perdido en una acera pringosa
Ventana lamentable que sólo se abre para apagarse
Las luces que se rozan a lo largo de los cuerpos imprevisores
Preguntan el camino llorando a lo largo de los reverberos
En tanto que los agentes se vuelven calvos
Y los vitrales de las capillas se reducen a nada
Bajo la presión de las manos húmedas de las mujeres que nunca fueron vírgenes
Y para quienes toda calle fue una misma pasión
Si preguntan el camino nadie contestará
Hombros exilados en las noches sin término
Semblantes de sombras estranguladas
Hay estrellas que brotan como chispas de las olas lejanas
Llueve hasta quedar sin aliento
Un gavilán brinca danzarín desorientado
El espacio se mueve ágilmente por sobre las florestas metálicas
De donde levantan vuelo cuervos melódicos de helados destinos
Más allá de la rápida palpitación de los páramos
Clavados al suelo por los menhires
Espantajos de nubes esbozadas o moribundas
Más allá de la virginidad sin brillo de los desiertos donde se acuesta el sol
El tedio de este día se ha sentado
Tan cubierto de segundos como un sacerdote de piojos
La osamenta de esos monstruos acaba de derrumbarse
Y de su polvo salen volando pájaros blancos y dorados
Alegría de las plumas velocidad de las alas
Arrastran joyas evadidas de los ojos de las enamoradas
Llamas exaltadas nucas transparentes
Senos suavísimos torsos de estrellas
Vigilantes guardianes del alba acariciante
Alba cristalina alba perpetua
Pantera de pelo azul
El amor nace en los encuentros un pulpo devora el arco iris
Un mochuelo perfumado cobija en sus alas
A los fantasmas irónicos y a los amigos del crimen
Las ennegrecidas pendientes del deber se desmenuzan con el temblor de la fatiga
Una vez más el crepúsculo se derrama en la noche
Después de haber escrito en los muros SE PROHÍBE NO SOÑAR.
Jacques Prévert en L'instant fatal (1948), incluido en Antología de la poesía surrealista de lengua francesa (Fabril Editora, Buenos Aires, 1961, selec. de Aldo Pellegrini).
Otros poemas de Raymond Queneau
Pincha para ver la lista de poemas incluidos en el blog
Toca aquí para ir al Catálogo de poemas
Pincha para ver la lista de poemas incluidos en el blog
Toca aquí para ir al Catálogo de poemas