EL/LA AMANTE
Sí, lectora o lector, me estoy refiriendo al agua que viene y va en EL MAR/LA MAR, como también lo hace Cernuda en su título, para escribir por ese amor que siente hacia el MAR , al igual que lo nombra su compañero de Generación llamada del 27, Rafael Alberti, cuando llega a Madrid y escribe estos versos, tan conocidos:
El mar, la mar
¿por qué me trajiste padre
a la ciudad?
Otro de los amigos de Alberti y Cernuda, el gran Federico García Lorca nos recuerda en su poema FÁBULA Y RUEDA DE LOS TRES AMIGOS de su libro Poeta en Nueva York, en su última estrofa:
Ya no me encontraron
¿No me encontraron?
No. No me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,
y que el mar recordó ¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados
Los años en la vida de una persona qué son sino olas en constante repetición, una detrás de otra: iguales y distintas, pues aunque parezcan similares, siempre tienen alguna variación en su forma, fuerza y color, como los días, en el pasar del tiempo que es nuestro vivir.
Aunque en otras entradas, haya dejado escrito sobre el agua que nos cubre a la tierra, diré que mi amante, en relación al mar, es el Cantábrico, aunque el Atlántico, tampoco está nada mal y no descarto el tranquilo Mediterráneo, porque amo a todo lo que sean olas que van y vienen, vienen y van sin reposo ni descanso, en su ritmo que no cesa y quedo extasiada en su su vaivén, de esa masa de agua, tan cambiante en su color, al ser mirada por el cielo que no deja de observarla
Mi amante favorita en este sentido es La playa de los Locos, a la que he escrito y descrito en más de una ocasión en este blog, porque siempre hay un amante o amada de agua que te impresiona más que las otras o los otros. Eso me sucede a mí, con esta playa cuyo flechazo me llegó en la primera vez que nos miramos, como también existe en los grandes amores.
Este año pasado, conseguí no solo verla de lejos, como otras veces, pues tiene una bajada bastante empinada, por ello a pesar del frío de sus aguas, decidí dejar que sus olas me acariciasen, no solo en los pies, sino también todo mi cuerpo, pero su frialdad, hizo que no me mantuviese mucho tiempo en nuestro contacto íntimo. Esta playa, en realidad es una pequeña cala que en marea baja, viene a visitar el mar, para cubrirla casi al completo en la llamada marea alta.
Parece ser que según la teoría de Oparín, venimos del mar. A mi siempre me ha gustado pensar que bien puede ser así, por ello, al mar, siempre vuelvo, quizás influya el haber nacido en Castilla, que en realidad también es otro mar en su paisaje y de forma especial en los meses de primavera y verano, con la extensión de sus campos en la meseta, donde el horizonte se extiende allá, allá en el infinito.
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