MAESTRAS
Siempre quise ser maestra, pero no lo conseguí y aunque lo intenté, pues con las monjas llegué hasta el sexto y reválida, después la vida y su continuidad se impusieron y a pesar de estar matriculada en la Escuela Normal de Islas Filipinas de Madrid, bien recuerdo mi desilusión, cuando a la profesora de Geografía e Historia, cuyo nombre he olvidado, pero si retengo su figura: morena, gorda y con un moño, donde su trato era bastante desagradable, le comenté cómo tenía que trabajar en turnos de mañana y tarde, porque era vital para mi familia y por supuesto para mí, pero me di cuenta que a ella no le importaba nada mi situación. La sociedad franquista del momento, así era de clasista y dictatorial.
De aquella época puedo recordar en especial al profesor de matemáticas, apellidado Aizpún. Su mujer, doña Mercedes, era la directora y él, posiblemente el secretario. Mi memoria lo ha olvidado, pero sí ha retenido a este profesor que creo fue uno de los pioneros en eso de la teoría de los conjuntos, pues por entonces estaba muy de moda y también lo recuerdo por su inteligencia especial. Nos hacia salir a la pizarra y calcular, solo con nuestra mente, las operaciones matemáticas que se les iban ocurriendo al resto de la clase. Todo tenía que ser de memoria y nosotras hacer el cálculo, sin utilizar papel ni lápiz. En mi mente sigue su figura: calvo y con gafas de bastantes dioptrías. Era tan difícil aprobar las matemáticas con este profesor que no tuve más remedio que pasarme a la otra Escuela de Magisterio que se impartía en la Ronda de Toledo, donde a pesar de estar trabajando sí pude llegar a sacar casi todas las asignaturas, en mi turno de tarde, pero.... me quedaron los trabajos manuales y el inglés.
Mi gozo de ser maestra, se truncó ahí, pero a cambio, viví en aquellos años, todo lo que se estaba fraguando, con la esperanza de la pronta muerte del Dictador y pude poner mi pequeño granito de arena, en aquel Madrid, que rebosaba democracia y alegría por todos sus barrios. Recuerdo cómo algunas de mis compañeras, andaban coqueteando con el Teatro Independiente que existía en la Universidad. Y también cómo con mucho miedo, repartí octavillas de CCOO, por los lavabos de esta Escuela.
En aquellos años de finales de los 60, del siglo XX, ya en Madrid se soñaba con la LIBERTAD.
(c) Texto y foto: Luz del Olmo Veros