Ya ve, Sor Austringiliana, el tiempo que todo lo devora, los ríos de Heráclito.
María Ángeles Merino Moya
Otro rinconcito para María Ángeles Merino, en diálogo con su Sor Austringiliana.
Ya ve, Sor Austringiliana, el tiempo que todo lo devora, los ríos de Heráclito.
María Ángeles Merino Moya
Estos días mi madre, sentada ante la televisión, asiste a los plúmbeos actos funerales de mayor pompa y circunstancia, los dedicados a Su Graciosa Majestad Isabel II del Reino Unido. Ya se ha resignado a que ocupe la mayor parte de la programación que sigue habitualmente, entre sueñecito y sueñecito. Diréis que cambiemos de canal, no, los que convivís con personas muy mayores ya sabéis que son de piñón fijo. El día 8, el del fallecimiento, pronto protestó: "se ha muerto, ya nos hemos enterado, por qué lo dicen otra vez". Ahora lo acepta como inevitable. Paciencia mamá, creo que el lunes ya acaba esto cuando la depositen en la cripta.
Sin embargo, me consta que no le cae mal doña Isabel. Muchas veces me ha contado lo de aquel día que iba a Villamartín de Campos en el "secundario", junto a la huevera y el secretario, sus habituales compañeros de viaje. Mi madre, maestra interina, iba a su modesta escuela unitaria, la huevera a por huevos que vender y el secretario supongo que a su secretaría. Y recuerda el ambiente especial de aquel día, algunos llevaban el periódico y "todos" comentaban que habían hecho reina a la princesa Isabel de Inglaterra, una chica tan joven...Mi madre añade que guapa y muy "sencilla". Bueno, mamá, sencilla lo que se dice sencilla, con el manto de armiño y esa coronaza...Son gente que vive en su burbuja de privilegios por nacimiento.
Mi madre me cuenta, una y otra vez, vivencias de sus años jóvenes y reconozco que presto poca atención. ¡Me las ha contado tantas veces! Incluso las pongo en duda, pienso que la memoria la puede engañar; pero si buceo en Internet compruebo que mi madre sabe de lo que está hablando. Por ejemplo lo del secundario, tal vez un tren que paraba en todas las estaciones, algo más...Era el emblemático ferrocarril conocido como "Tren Burra" que "fue construido para transportar la enorme producción cerealista de la comarca hacia los puertos del Cantábrico, partía de la ciudad de Palencia y atravesaba los términos municipales de Grijota, Villamartín de Campos, Mazariegos, Baquerín de Campos para finalizar en Castromocho...". Ya desaparecido, en su lugar podemos disfrutar del Camino Natural Vía Verde del Tren Secundario de Castilla.
Mi madre iba a Villamartín de Campos a una escuelita de diez niños, recuerda que estuvo muy bien allí. El tren era muy barato, no le pillaba lejos de su casa en Palencia, podía ir y volver. ¿Llegaba puntual? "Llegaba cuando quería" añade con una sonrisa. ¿Tenías al menos una estufa de esas de leña en la escuela? No, nada, solo un infernillo eléctrico que yo llevé. ¿Para calentarte la comida? Al principio sí, pero una señora se ofreció para que comiera en su casa. Era una mujer muy buena, la madre de dos alumnas, dos niñas muy buenas, muy guapas y bien vestiditas. Me dijo: "mire señorita, yo soy viuda y en mi casa no hay hombres, en la escuela hace mucho frío, aquí puede comer conmigo y con mis hijas". Y me ponía un cocido muy bien puesto, en su casa había calorcito y la ayudaba a preparar alguna labor de costura hasta la hora de la clase de la tarde. Cuando salía del colegio, otra vez al "secundario", que "venía cuando quería".
Mi madre, setenta años después, no ha borrado de su memoria el día en que Isabel II del Reino Unido comenzó su largo reinado, el tren "secundario" con la huevera y el secretario, la escuela de Villamartín de Campos, la mujer viuda con sus dos niñas tan bien arregladitas y aquella comida al calor. Un rosario de recuerdos.
María Ángeles Merino dedica esta entrada a una mujer de Villamartín de Campos que, en 1952, era viuda y tenía dos niñas que iban a la escuela. Con mi agradecimiento y el de mi madre.
Ya sabe lo que se dice en estos casos, Sor Austringiliana. Descanse en paz la reina de Inglaterra.
Ya ve, Sor Austringiliana, "la loca de la casa" que decía Santa Teresa.
María Ángeles Merino