13 de mayo de 2020

Lecturas felices...💓

Hola a todos/as! después de más de un año sin visitar este rincón perdido de la web, tuve imperiosas ganas de volver a escribir. En este caso, para compartir un momento feliz que viví en compañía de un libro. Me refiero a una lectura que me brindó instantes de auténtica alegría, la cual sé que se renovará cada vez que vuelva a sus páginas ¡En estos tiempos de oscuridad cuán invaluable es dar con un refugio seguro! 

Mi último descubrimiento se llama La tierra de los abetos puntiagudos, de Sarah Orne Jewet. Es una novela que siempre guardaré en un lugar preciado de mis recuerdos, porque llegó a mí en un momento de vacío existencial y bloqueo lector (acaso sean la misma cosa). La narradora y protagonista de esta historia es una escritora que visita Dunnet Landing, un pueblito a orillas del mar, en busca de tranquilidad e inspiración para terminar de escribir su libro. Sin embargo, pasa su tiempo escuchando y atesorando las anécdotas de sus vecinos, cuyas vidas parecen discurrir a contramano de los nuevos tiempos. Gracias a su atenta escucha, conocemos esas historias mínimas que hacen de este libro algo entrañable.



Una vista de Maine, "la tierra de los abetos puntiagudos", que
retrata Sarah Orne Jewett en su novela.
En particular, me emocioné con la fortaleza, el temple y la sabiduría de mujeres como la señora Todd, quien le da hospedaje a la protagonista y la hace parte de la cotidianidad de esa comunidad. Recuerdo como si hubiera estado presente la visita que huésped e inquilina hacen a Green  Island, para visitar a la madre de la primera. Las descripciones de la casa, del patio y de la rutina diaria de la anciana son de una sencillez y calidez difíciles de igualar. En todo momento, compartí la impresión de la protagonista de que esas mujeres sabían algo de la vida que no se aprende en ninguna escuela.

Me quedo, sobre todo, con las descripciones de aquellos momentos en los que parece que no pasa nada, pero está pasando la vida. Esos momentos en los que somos auténticamente felices sin ser conscientes de eso, como cuando la protagonista acompaña a la señora Todd a buscar poleo:


"Seguimos andando por un sendero bastante estrecho hasta un solitario rincón orientado al norte, donde había más prado y menos arbustos, y bajamos hasta el borde de un acantilado en el que las aguas profundas del mar rompían con gran estrépito, a pesar de que el viento no soplaba fuerte y de que la superficie parecía calmada a no mucha distancia de la orilla. Entre la hierba de aquel lugar crecía un poleo como no se daba en ningún otro sitio. Nos movíamos con sumo cuidado e íbamos recogiéndolo espiga a espiga, mientras la brisa se impregnaba de su sutil fragancia, y la señora Todd apretaba los aromáticos ramilletes entre sus manos antes de ofrecérmelos.—No hay nada como esto —afirmó—. No, no encontrará poleo igual en todo el estado de Maine. Esta es la planta genuina, todas las demás que me he encontrado no son sino imitaciones. ¿No hace que se sienta bien? —añadió, y yo asentí con entusiasmo—."

Episodios como este me transportan a dichosos momentos de mi infancia, que viví  junto a mi mamá, mi tía y mi abuela: charlas en la cocina donde escuchaba con atención las historias de las mujeres de la familia; las caminatas en el río en busca de poleo para el mate; las descripciones detalladas de las flores del jardín, los tiempos de la poda de árboles, la cosecha de la fruta; algún secreto culinario olvidado. En fin, estoy con las emociones a flor de piel durante esta cuarentena...Siento que tener esos recuerdos presentes me ayuda a valorar los momentos vividos con una sonrisa y a tener cerca a mi abuela, cuya figura se va engrandeciendo con el transcurso de los años.

Espero que ustedes también hayan encontrado la felicidad en un buen libro ¡Les deseo felices lecturas! Cuídense mucho.

11 de mayo de 2019

Mary Shelley: "la mujer que escribió Frankenstein"

Imagen de Mary Shelley
En algunas ocasiones, suelo preguntarme cuáles son los motivos que inspiran la escritura de ciertos libros. En este sentido, el caso de la escritora Mary Wollstonecraft Shelly (1797-1851) me parece paradigmático. Con tan sólo veintiún años logró crear una novela que aún hoy sigue perturbando a muchos lectores, me refiero a Frankenstein o el moderno Prometeo (1818). Desde que leí este libro comprendí que es un libro que late y respira en cada lectura. A diferencia del doctor Frankenstein, Mary Shelley sí logró dar con la fórmula de la vida eterna y su novela es una muestra de ello. 

Hace unos meses, me encontré en la librería con la llamativa portada de La mujer que escribió Frankenstein (2013), de Esther Cross, en cuya reseña se prometía volver "sobre los pasos de la escritora, iluminando las calles y los cementerios donde se sentaba a leer cuando era chica y se encontraba con su amante en la adolescencia, mientras el cirujano practicaba disecciones en el aula del hospital y el sueño de la razón producía monstruos". Con semejante presentación decidí probar suerte y comprar el libro. Debo reconocer que su lectura sobrepasó mis expectativas. No me encontré con una reconstrucción biográfica narrada de forma lineal. Esther Cross tiene claro que la vida y la obra de Mary Shelley son contemporáneas a un momento de revolución científica, técnica y cultural. Por eso, opta por un retrato de la autora que se construye de manera transversal al retrato de su época.


3 de mayo de 2019

Heroínas poco convencionales

Me gustaría contarles que me encuentro escribiendo tranquilamente en mi buhardilla como nuestra querida Jo March, pero, lo cierto es que hace tiempo no gozo de esos preciosos momentos. El inicio del año (no visito este pequeño rincón desde febrero) trae aparejada, entre otras cosas, la vuelta a la rutina y la falta de tiempo para realizar algunas de las actividades que me producen un verdadero placer, como compartir mis lecturas con ustedes. 

En esta oportunidad, decidí robarle unos minutos a la rutina laboral para hablarles de dos novelas cuya lectura me ha resultado deliciosa. Se trata de ese tipo de libros que dejan un agradable sabor de boca y que esperan en el estante por una segunda lectura; además, representan una excelente oportunidad para adentrarse en la obra de sus respectivas autoras. Me refiero a El libro de la señorita Buncle (1936), de D.E. Stevenson y Asuntos exteriores (1984), de Alison Lurie. Ambos títulos nos invitan a ingresar a un universo enteramente femenino, con dos heroínas que, al modo de las "mujeres excelentes" que pueblan la obra de Barbara Pym, se sienten cómodas en el rol de espectadoras de la vida de otros y ni en sus mejores sueños se imaginan como protagonistas de su propia historia.

21 de febrero de 2019

Déjame llevarte a un campo de fresas...

Please, don't wake me, no, don't shake me
Leave me where I am, I'm only sleeping*


El joven Lennon (1988), de Sierra i Fabra, llegó a mí cuando estaba en la búsqueda de un libro que hubiera sido editado el año de mi nacimiento. Extravagancias que los lectores nos permitimos... Grande fue mi sorpresa cuando me topé con ese título, la figura de John Lennon siempre ha promovido mi cariño y curiosidad. La hipótesis del autor de esta biografía novelada es que gran parte de las respuestas en torno a este personaje se encuentran en su temprana adolescencia, cuando The Beatles era aún parte de los más sublimes sueños.

El libro inicia en 1955, con un John de quince años que padece la ausencia paterna y las visitas aisladas de Julia, su madre. Tampoco tiene suerte en la escuela, ya que es incapaz de memorizar fechas y palabras vacías de sentido. La narración nos provee de la recreación de una escena probable: un Lennon estudiante que se atreve a ofrecer una lectura muy personal de un soneto de Shakespeare, mientras su profesor va perdiendo los colores y los estribos. Frente a este panorama, no me parece raro que la inspiración y la creatividad estuvieran reservadas al espacio de su cuarto, en casa de tía Mimi. Puedo visualizarlo, sentado en su cama a medio hacer o tirado en el piso con su guitarra y unos cuántos discos, sus invaluables tesoros, imitando acordes y soñando.

3 de enero de 2019

Mi recorrido lector 2018

Amigándome con la pluma y el papel...
Antes de reseñar las lecturas que me acompañaron durante el año pasado, quisiera desearles a tod@s un gran 2019. Cargado de descubrimientos literarios y vitales. En lo que a este blog se refiere, espero que este año logre amigarme con mi escritura y mis tiempos, para lograr que mis entradas sean más recurrentes y no tan esporádicas. 

Para comenzar, les cuento que en el transcurso de los últimos doce meses leí un total de cuarenta libros (la mitad de los que me había propuesto inicialmente en el desafío de Goodreads, por suerte, me dí cuenta a tiempo que no iba a ser posible que leyera ¡80 libros!). Una vez más, la mayoría de mis lecturas fueron novelas, en tanto que leí dos libros de cuentos, una biografía, una autobiografía, una obra teatral y un guion cinematográfico. Asimismo, tal y como había ocurrido en el 2017, descubrí muchas autoras. Sin embargo, esta vez fue una elección premeditada. 

A continuación, reseñaré brevemente los libros cuyos autores/as no había tenido el placer de leer hasta el año pasado. Todos ellos, representan gratos momentos lectores y me complace poder compartirlos con ustedes. En primer lugar, haré mención de cuatro libros catalogados como literatura infanto-juvenil (categoría de la que descreo, la verdad) que adoré a medida que me hacía parte de su mágicas visiones del mundo. Estos son:

7 de octubre de 2018

Autoras descubiertas (y por descubrir)

En en el transcurso de estos meses tuve la fortuna de descubrir verdaderas joyas literarias, de la mano de una serie de escritoras que me revelaron refrescantes mundos ficcionales. En esta reseña, no incluiré a la canadiense Margaret Atwood, a quien llevaba tiempo queriendo leer y le dediqué una extensa publicación hace unos días. En cambio, me gustaría dedicarle unas líneas a las autoras con las que me topé casi por azar, sin ninguna referencia previa. Todas ellas son inglesas y comparten el hecho de haber sido poco reconocidas o tardíamente valoradas:                                                                                              


En este libro, Vera Brittain (izq.) 
relata detalles de su amistad
con Winifred Holtby (der.)
Winifred Holtby : feminismo y pacifismo

Mi encuentro con esta escritora se produjo, en primer lugar, gracias a la película  Testamento de juventud (2014), una cinta biográfica basada en el libro homónimo de Vera Brittain, íntima amiga de Winifred Holtby y principal responsable de que su obra más reconocida viera la luz. Las dos formaron parte de la generación de mujeres sobrevivientes de la Gran Guerra. En medio de un clima xenófobo y belicista, ambas escritoras trabajaron para concientizar sobre los estragos que producen los enfrentamientos armados -Brittain había sufrido la pérdida de su hermano de diecinueve años y de su futuro marido, Roland Leighton (soldado y poeta)- y lucharon activamente por los derechos de la mujer a la educación y el trabajo.