Hola a todos/as! después de más de un año sin visitar este rincón perdido de la web, tuve imperiosas ganas de volver a escribir. En este caso, para compartir un momento feliz que viví en compañía de un libro. Me refiero a una lectura que me brindó instantes de auténtica alegría, la cual sé que se renovará cada vez que vuelva a sus páginas ¡En estos tiempos de oscuridad cuán invaluable es dar con un refugio seguro!
Mi último descubrimiento se llama La tierra de los abetos puntiagudos, de Sarah Orne Jewet. Es una novela que siempre guardaré en un lugar preciado de mis recuerdos, porque llegó a mí en un momento de vacío existencial y bloqueo lector (acaso sean la misma cosa). La narradora y protagonista de esta historia es una escritora que visita Dunnet Landing, un pueblito a orillas del mar, en busca de tranquilidad e inspiración para terminar de escribir su libro. Sin embargo, pasa su tiempo escuchando y atesorando las anécdotas de sus vecinos, cuyas vidas parecen discurrir a contramano de los nuevos tiempos. Gracias a su atenta escucha, conocemos esas historias mínimas que hacen de este libro algo entrañable.
En particular, me emocioné con la fortaleza, el temple y la sabiduría de mujeres como la señora Todd, quien le da hospedaje a la protagonista y la hace parte de la cotidianidad de esa comunidad. Recuerdo como si hubiera estado presente la visita que huésped e inquilina hacen a Green Island, para visitar a la madre de la primera. Las descripciones de la casa, del patio y de la rutina diaria de la anciana son de una sencillez y calidez difíciles de igualar. En todo momento, compartí la impresión de la protagonista de que esas mujeres sabían algo de la vida que no se aprende en ninguna escuela.
Me quedo, sobre todo, con las descripciones de aquellos momentos en los que parece que no pasa nada, pero está pasando la vida. Esos momentos en los que somos auténticamente felices sin ser conscientes de eso, como cuando la protagonista acompaña a la señora Todd a buscar poleo:
Episodios como este me transportan a dichosos momentos de mi infancia, que viví junto a mi mamá, mi tía y mi abuela: charlas en la cocina donde escuchaba con atención las historias de las mujeres de la familia; las caminatas en el río en busca de poleo para el mate; las descripciones detalladas de las flores del jardín, los tiempos de la poda de árboles, la cosecha de la fruta; algún secreto culinario olvidado. En fin, estoy con las emociones a flor de piel durante esta cuarentena...Siento que tener esos recuerdos presentes me ayuda a valorar los momentos vividos con una sonrisa y a tener cerca a mi abuela, cuya figura se va engrandeciendo con el transcurso de los años.
Espero que ustedes también hayan encontrado la felicidad en un buen libro ¡Les deseo felices lecturas! Cuídense mucho.
Una vista de Maine, "la tierra de los abetos puntiagudos", que retrata Sarah Orne Jewett en su novela. |
Me quedo, sobre todo, con las descripciones de aquellos momentos en los que parece que no pasa nada, pero está pasando la vida. Esos momentos en los que somos auténticamente felices sin ser conscientes de eso, como cuando la protagonista acompaña a la señora Todd a buscar poleo:
"Seguimos andando por un sendero bastante estrecho hasta un solitario rincón orientado al norte, donde había más prado y menos arbustos, y bajamos hasta el borde de un acantilado en el que las aguas profundas del mar rompían con gran estrépito, a pesar de que el viento no soplaba fuerte y de que la superficie parecía calmada a no mucha distancia de la orilla. Entre la hierba de aquel lugar crecía un poleo como no se daba en ningún otro sitio. Nos movíamos con sumo cuidado e íbamos recogiéndolo espiga a espiga, mientras la brisa se impregnaba de su sutil fragancia, y la señora Todd apretaba los aromáticos ramilletes entre sus manos antes de ofrecérmelos.—No hay nada como esto —afirmó—. No, no encontrará poleo igual en todo el estado de Maine. Esta es la planta genuina, todas las demás que me he encontrado no son sino imitaciones. ¿No hace que se sienta bien? —añadió, y yo asentí con entusiasmo—."
Episodios como este me transportan a dichosos momentos de mi infancia, que viví junto a mi mamá, mi tía y mi abuela: charlas en la cocina donde escuchaba con atención las historias de las mujeres de la familia; las caminatas en el río en busca de poleo para el mate; las descripciones detalladas de las flores del jardín, los tiempos de la poda de árboles, la cosecha de la fruta; algún secreto culinario olvidado. En fin, estoy con las emociones a flor de piel durante esta cuarentena...Siento que tener esos recuerdos presentes me ayuda a valorar los momentos vividos con una sonrisa y a tener cerca a mi abuela, cuya figura se va engrandeciendo con el transcurso de los años.
Espero que ustedes también hayan encontrado la felicidad en un buen libro ¡Les deseo felices lecturas! Cuídense mucho.