en la casa del árbol,
las ventanas dejan filtrar
los detalles del paisaje que muere,
despertando el principio de su vida en historias
sin los pies sobre la tierra,
tampoco conquistando las alturas,
me dejo llevar por el amanecer negro
entre senderos desconocidos,
acercándome a la quietud de mis pensamientos
las imágenes se alejan perdiéndose en la oscuridad
y el finar de agendas sin hojas que ahora alfombran
sin voz, gritando desde el abismo
a mis pasos descalzos,
delirando que el imperio de letras vive
escribiendo en mi loca cabeza