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¡El Lobo Feroz!
La leyenda del lobo feroz ha sido contada a lo largo de generaciones: un ser astuto, temido y lleno de misterio. Pero, ¿es el lobo realmente el villano que todos creen? ¿O detrás de sus afilados colmillos hay una historia que aún no ha sido contada? Te invito a reimaginar este icónico personaje. Queremos conocer tu versión del lobo feroz: puede ser un depredador, una víctima, un héroe inesperado o incluso algo más allá de la imaginación. Todo vale, siempre que el lobo se mantenga en el centro de tu historia.
Momentos Mágicos
La historia que os quiero contar os parecerá extraña, pero la viví en primera persona, así pues, escuchar con atención.
Asi es como cada noche de campamento el monitor comenzaba su historia alrededor una buena fogata.
Esa noche, la historia era real, pues comenzó diciendo que antes de ser monitor estuvo un año de pastor en los picos de Europa.
Pues su familia vivía del ganado y lo que este le proporcionaba, entre otras cosas, leche, queso, carne y lana de muy buena calidad.
Tuvo que irse a cuidar del rebaño, familiar-era el sustento económico- pues su padre cayó enfermo y no había manera de conseguir un pastor, pues es bien sabido que el trabajo es solitario, no muchos están dispuestos a pasar medio año solo entre montañas y animales.
Una vez nos explicó los motivos, todos alrededor de ese fuego estábamos expectantes que comenzara su relato, nos íbamos arrimando unos con otros, pues la emoción estaba asegurada, cada noche sus cuentos y fábulas nos llevaban a vivir grandes emociones.
Pedro, que asi se llamaba nuestro monitor, se puso en posición cómoda y comenzó que su aventura en las montañas, fue asombrosa, pues nunca pudo imaginar que un lobo le salvara soledad.
Aquí todos proclamamos un ohhhh, él siguió narrando que cada anochecer, después de recoger a su rebaño, ponerles comida, agua y asear el establo, se iba a ver la puesta del sol, pues era el mejor momento del día, ver como ese sol se escondía tras esos enormes picos.
Como algo ya rutinario, cenaba con la luz de la linterna de camping y me recreaba viendo las estrellas, desde esa altura todo se ve mucho mejor.
Una noche oí los aullidos de un lobo, me asusté, y mi instinto me hizo retroceder para refugiarme en la cabaña, prepararme en caso de un ataque, me advirtió mi padre que tuviera mucho cuidado, pero que ellos nunca atacan si no es por hambre o son atacados.
Asi transcurrieron varias noches, siempre a la misma hora, algo que me hizo pensar que ese lobo solitario tenía hambre, y eso era peligroso, decidí dar un paso al frente y dejarle a metros de la cabaña alimento y leche que ordeñe de alguna oveja.
Al día siguiente de dejarle comida, por la mañana ya no había nada, eso era, ese lobo en vez de atacar a mi rebaño se comía los restos que le dejaba, tenía que verlo con mis propios ojos.
Me arme de valor, y aquella noche deje la misma ración y el mismo cuenco con la leche, pero en vez de irme me refugio tras unos matorrales a ver que pasaba.
Mis ojos no daban crédito, una hermosa loba con sus lobeznos acudían al lugar, la madre comía los restos de comida y dos lobeznos bebían la leche, después jugaban, se lamían entre ellos y regresaban por donde habían llegado.
He de deciros que aquella noche soñé con ellos, en mis sueños yo también participaba de sus juegos, eso me hizo pensar algo...
Les llevaría más leche, un cuenco para cada lobezno y más comida, me quedaría allí, me iría acercando poco a poco, sabía que mi olor le reconocerían y no me harían daño alguno, o al menos ese era mi pensamiento.
Aquella noche os diré pequeños que tuve una de las experiencias más bonitas de mi vida. Vivir la magia de la comunicación entre hombre y animal.
Al verme la loba no aulló, me olfateo y yo quieto me quede, os diria que creo que ni respiraba, hasta que vi que me aceptaba en su manada.
Deje, los cuencos a mis pies y la carne la esparcí a mi alrededor, aquellos pequeños corrían a tomar su leche, su madre no les quitaba la vista, hasta que terminaron y se pusieron a jugar, fue entonces cuando ella, comió, yo seguía quieto, tan solo hice un pequeño atisbo de acercarme a los pequeños, pero la loba dio un pequeño aullido, eso me hizo retroceder y alejarme despacio, hasta que ellos desaparecieron de mi vista.
Terminaré esta historia diciendo que un mes después, éramos un grupo de cuatro, mientras duro mi trabajo en aquellas montañas, mis amigos fueron esa loba y sus hijos.
Cada noche, nos reuníamos y nuestro lenguaje era la confianza que ambos depositábamos en el otro.
Me encariñe tanto de ellos que mi despedida fue triste, pero alegre, aquellos pequeños ya cazaban por sí solos no necesitarían ya más leche.
Aquella familia, me enseño valores que hoy quiero compartirlos con vosotros, ayudar, no juzgar y dar siempre lo mejor de ustedes, porque eso lo percibe quien esta al otro lado, sea animal o humano.
Asi, fue como esa noche, no solo Pedro nos contó una historia, nos dio una lección de humanidad.
Campirela_