Mi guiño a Edgar Allan Poe, el Maestro de lo psique.
Yo tenía un gato albino. Era de pocos amigos, creo que no se
llevaba bien ni con él mismo. Tenía unos ojos azules imponentes, aun gustándome
ese color, en él me causaba desasosiego. Su pelaje tenía una peculiaridad, a
veces se podían divisar unas pequeñas manchas de color beige, más que manchas,
parecían rostros, sí… algo así. No siempre se apreciaban. En ocasiones nada de ello estaba.
No recuerdo ni cuando ni cómo llegó a casa. Sé que un día
apareció y desde entonces ocupa el rincón derecho de la chimenea. Desde allí me
estudia, así me siento, estudiado por un felino. Me inquieta su inexistente
parpadeo, el clave de su mirada en mi figura siguiendo mis gestos. Debo de
estar volviéndome loco, pero juraría que hasta mueve la boca como articulando
palabras inaudibles a mi oído.
Hace unos meses estuvo fuera durante una noche. Me
sorprendió ya que desde que se instaló aquí no había salido ni una sola vez.
Pensé que le entró la necesidad gatuna de perseguir por los tejados a alguna
gata. Cuando desperté al día siguiente, allí estaba, a los pies de mi cama y
con cara de pocos amigos. De repente se abalanzó sobre mi rostro marcándome la
cara de lado a lado. Nunca antes lo había hecho. Gato extraño pero pacífico.
Aquello se infectó y me lo empezaron a tratar en el centro de
salud. Cada día era más aterrador, una pústula que no consiguen cicatrizar preocupando lo que estaba naciendo alrededor, unos pelos blancos y tiesos.
Desde hace unas semanas ambos hemos cambiado. Ahora soy yo el que
se sienta junto a la chimenea y le observo cómo se maneja por la casa. Ha
aprendido a caminar sobre sus patas traseras, a coger cosas con las delanteras,
se ha humanizado adoptando el tono de mi voz. Sin embargo, yo me dedico a
olisquear y observar, ya no salen palabras de mi boca, cuando quiero llamarle
sólo nace un maullido que me apresuro a acallar. Eso no es todo, lo peor es que
cuando me trae la comida puedo comprobar mi rostro entre su pelaje.
A día de hoy, el arañazo continúa en mi cara, tengo conciencia de lo que
fui. Un humano que tenía un gato, pero ahora mismo lo que creo es que el gato
me tiene a mí.
©Auroratris