Como abrazo de ánfora que acoge la
guerra de tu carne,
decreto de paz que orea en nuestra cama.
Me expongo
sin armadura,
ni caballeros
que resten fuerza a este fuego abierto
y sin
discreción.
Matas cada espasmo
que derrama la basílica de tu victoria,
donde el viento vitorea el orgasmo
que fusiona los
tratados.
Merodeas por mi piel casi inerte
y el
salitre que expiras provoca la entrega vital.
Es el aroma que embriaga,
es el exude que distorsiona los sentidos,
y tú… soldado mortal,
empuñas los
estribos
de este corcel perdido de control
y ciego de nosotros.
Siénteme como yo te siento en la trinchera de mi cuerpo.
© Auroratris