-Serás
perfecta. Se dijo cuando descubrió la roca por primera vez.
Fantaseaba
con esculpir a la belleza, siempre la imaginó atrapada en un cuerpo de mujer.
Quiso modelar la imagen que hacía tiempo visitaba sus sueños cada noche,
esfumándose al amanecer. Divagaba entre esos deseos, hacerla real, poderla ver,
tocar, incluso ¿por qué no? soñar a sus pies. Mientras sus manos recorrían el
frío mármol, en su mente ya se representaban todas las formas.
Te
dotaré de la fuerza necesaria para soportar el peso de los días, te daré la
blancura de la piedra para reflejar la pureza de tu alma, te regalaré la
inteligencia precisa para abandonar los lastres del tiempo, te vestiré de
fantasía para que vivas de los sueños.
Forjaba
esos sentimientos a cada golpe de cincel.
Bañaré
tu mirada de ternura para que no veas lo feo del mundo, tus labios adornarán la
boca que pronunciará el nombre, en tus manos el amor que anhelamos, tus brazos
abrazarán tu pecho para que nada toque al corazón, y haremos creer que cubres
tus senos por pudor.
Taladraba
día y noche, sin descanso. Verla
terminada era su máxima aspiración.
En tus
caderas pondré sensualidad, entre tus muslos el deseo, tus piernas aguantarán
los fríos del crudo invierno, las caricias de la primavera, los ardores del
verano y los vientos del otoño, y a tus pies descansará la multitud que
embriagada por tu belleza, hará que te sientas sencillamente perfecta.
Retirose
a descansar el viejo maestro. Soñó con su obra y con el día en que la
presentaría a la sociedad.
Y una
voz le dijo: -Tranquilo, no sufrirá, le he quitado el corazón antes de que se
lo robe otro dios.
Así
creó la perfección.